28/1/09

El cara a cara entre Allende y Fidel Castro

La película es parte de la Muestra de Documentales al Aire Libre que se realiza en el frontis del MAC. Dirigida por Álvaro Covacevich, registra la conversación que sostuvieron los revolucionarios en noviembre de 1971. Según el director de la Cineteca Nacional, “es un documento único”.


Es noviembre de 1971 en Chile y todos los flashes apuntan a un sólo hombre: Fidel Castro. El comandante cubano ha venido a visitar a Salvador Allende y la oposición tiene los nervios tomados. Refugiado en la casa presidencial de Tomás Moro, el mandatario cubano enciende un puro. Lo que viene es una conversación espontánea y amistosa entre las caras de la revolución, la cual fue registrada únicamente por dos personas: el cineasta chileno que destacó en los años ’60 y comienzos de los ’70, Álvaro Covacevich ("Morir un poco"), y el entonces gerente de TVN, Augusto "Perro" Olivares, el mismo que dos años más tarde moriría junto al Presidente socialista, cuando la Moneda recibió el bombardeo de 1973.

"Era muy difícil, porque Fidel Castro nunca había dado una entrevista sin pauta y porque los canales de todo el mundo querían una exclusiva con alguno de los dos. Tenerlos juntos era imposible. Pero finalmente aceptaron y se filmó", contó orgulloso el director del filme al portal El Mostrador, en octubre de 2005.

Testigos de la historia
La película se llama "El diálogo de América" y sólo el 2006 volvió a casa. Así como su autor, estuvo exiliada y resistiendo el olvido en formato VHS. Entregada por el propio Covacevich al director de la Cineteca Nacional, Ignacio Aliaga, el 7 de febrero a las 21:00 horas se podrá ver gratis, en el marco de la Muestra de Documentales al Aire Libre que se desarrollará desde el lunes en el frontis del Museo de Arte Contemporáneo.

"Es un documento único, porque permite a las nuevas generaciones asistir de manera privilegiada a un diálogo entre los dos más importantes políticos de Latinoamérica en esa época", explica Aliaga. "Además, es un debate con impronta ideológica y filosófica, que nos permite ser testigos de la historia", señala sobre el filme en el que los líderes políticos hablan de la importancia de la clase obrera y de cómo hacerle frente a un enemigo en común: el imperialismo.
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De: DIARIO LA NACION - CHILE

27/1/09

“Gracias a que Cuba resistió, puede haber ahora algún Allende”

Entrevista con el profesor de filosofía Carlos Fernández Liria.

¿Cuál sería su visión de estos 50 años de revolución cubana?
En los medios de izquierda se habla mucho de que hay que apoyar la revolución cubana. Yo quiero mostrar que la cosa es al revés: gracias a Cuba tenemos algo en lo que apoyarnos. Si Cuba no hubiera resistido al terrorismo estadounidense durante estos 50 años, nada de lo que hoy está ocurriendo de esperanzador para la izquierda en Latinoamérica habría sido posible. Me refiero a Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay, a la posibilidad, en definitiva, de que el juego democrático lo gane, por una vez, la gente pobre. Sin que ocurra, por supuesto, lo que ocurrió con Allende en 1973. La historia jamás nos dio a elegir entre Allende o Fidel Castro. La opción era Fidel Castro vivo o Allende muerto. Gracias a que Cuba resistió, hoy puede haber algún Allende en América Latina.

Actualmente, ¿hay algún Allende? Mencione alguno.
Las medidas sociales y políticas que están emprendiendo Chávez, Correa o Evo Morales son enteramente semejantes a las que intentó Allende. Es de esas medidas de las que hay que hablar y no de si Chávez canta rancheras en las Cumbres Internacionales. Uno se pregunta cuánto racismo hay en que Chávez y Allende aparezcan en la prensa con tratamientos tan distintos.

También se me ocurre que la forma de “heredar” el poder de Fidel a Raúl es muy patriarcal y propio de una dictadura. usted qué opina?
No tiene nada de patriarcal. Es lo que ordenaba la Constitución, no porque fuera su hermano, sino por el cargo que ocupaba. Y esa situación no va a durar eternamente. En Cuba no hay una monarquía, como en España.

¿Es el socialismo un sistema vigente? ¿Cómo lo explica la filosofía?
El socialismo es la única posibilidad que tiene la humanidad de detener el tren sin frenos del capitalismo. El capitalismo es un sistema que no puede ralentizar la marcha, que no puede dejar de crecer a un ritmo acelerado. Y vivimos en un planeta finito que no resistirá ese crecimiento insaciable. Ya no es cuestión de filosofía, ni siquiera de justicia, es una cuestión de supervivencia para la humanidad.

¿Cómo estudioso de ese país, cuál cree que será el futuro de Cuba sin Fidel?
¿Conoce Cuba? Yo nunca he visto una sociedad más formada políticamente, más madura para afrontar cualquier reto político. Por mucho que se empeñen los medios de comunicación en lo contrario, la democracia cubana existe y va a seguir existiendo. En esa democracia surgirán muchos Fidel. Comparada con la concienciación política de la población cubana, nuestras democracias europeas son patéticas, ridículas, infantilizadas por la propaganda electoral y corrompidas por los medios de comunicación privados, que no hablan más que de lo que manda su dueño. Me preocupa más el futuro de Europa que el futuro de Cuba, la verdad. Sólo de pensar que existe Berlusconi, por ejemplo, uno se estremece.

Soy mexicana y la Revolución cubana me emocionó cuando era estudiante, pero la realidad que viven los habitantes de la isla es preocupante, en ocasiones no tienen qué comer, claro, como muchos habitantes de nuestros países latinoamericanos. ¿Qué me puede decir al respecto?
Hace unos años un equipo de la Universidad de California dirigido por el prestigioso científico canadiense Mathis Wackernagel cruzó en una gráfica los valores de 30 países en Índice de Desarrollo Humano (según los datos de la ONU) con lo que se llama la “huella ecológica” de cada país. EEUU, Francia o Australia, por ejemplo, tienen buena nota en “desarrollo humano”. Ahora bien, para mantenerlo necesitan consumir tantos recursos que, si se generalizase su nivel de consumo a todo el mundo, serían necesarios seis, tres, cuatro planetas Tierra. Nigeria, en cambio, consume pocos recursos, pero su nivel de desarrollo humano es ínfimo. Sorprenderá el resultado: Cuba es el único país que tiene un índice de desarrollo humano aceptable para la ONU y que, al mismo tiempo, presenta un índice de consumo “sostenible”. ¿Eso no da que pensar?

En un artículo que escribió decía que los balseros cubanos van en búsqueda de ese consumismo suicida y criminal de los norteamericanos. Es interesante su posición. Hábleme de este asunto.
La gráfica de Wackernagel de la que hablamos es fácil de encontrar en Internet. Y es inequívoca: Cuba es el único país del planeta que tiene un “desarrollo sostenible”. Pero los cubanos no tienen por qué ser tontos además de socialistas. En un mundo en el que todo el mundo esquilma el planeta, no es extraño que algunos cubanos quieran también tener más, vivir mejor o incluso consumir a paletadas, como lo hace el estadounidense medio o europeo. El nivel de conciencia y de responsabilidad del cubano medio es infinitamente mayor que el nuestro, pero es inevitable que algunos intenten imitarnos.

No han podido evitar la corrupción y la prostitución, dos banderas que motivaron la revolución.
En Cuba hay mucho machismo y mucho racismo. Menos que la media de Latinoamérica, pero inadmisible de cualquier modo. Pero es que es una tontería pensar que el socialismo es una receta para todos los males de la humanidad. La lucha contra el patriarcado y el racismo hay que librarla por sí misma, con la misma energía que se lucha contra el capitalismo. Y en Cuba existe la voluntad política de hacerlo. No se puede decir lo mismo de otros países del entorno.

El sistema político cubano generó siempre expectativas y esperanzas ante la brutal expansión del capitalismo, pero con los años se ha ido deteriorando ¿qué podemos esperar los que vivimos bajo regímenes totalmente capitalistas? ¿Terminarán siendo también capitalistas?
Más nos vale que no. A ellos y a nosotros. El capitalismo no ha respetado ni al capitalismo, como se está viendo con la actual crisis económica. Cuba debería ser en estos momentos un modelo a imitar. Pensemos un momento. Para que el capitalismo siga funcionando está haciendo falta inyectar centenares de miles de millones de dólares, la voluntad política de todas las naciones y todas las instituciones, la paciencia de toda la población mundial, la resignación ante el hambre, el paro, la miseria. ¿Cuándo se ha hecho algo semejante para que el socialismo funcione? Al contrario, al socialismo siempre se le ha cercado con guerras, frías y calientes, con bloqueos, embargos y sanciones. Imaginemos el mundo al revés. ¿Qué ocurriría si inyectásemos centenares de miles de millones de dólares en “salvar el socialismo”?
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Esta es una versión más extensa de la entrevista ofrecida a El Periódico de Cataluña.
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SONIA GARCIA
El Periódico de Cataluña

Mientras haya mentira habrá Operación Verdad

Más de 18 días han pasado desde el aniversario del triunfo del primero de enero, y en cada uno se ha puesto de manifiesto cuán cierta fue la advertencia de Fidel el 8 de enero de 1959, cuando alertó que en lo adelante quizás todo sería más difícil. Lo dijo para guiar hacia un cauce de realismo el río desbordado por la alegría y los sueños propios de la libertad. La demagogia, nervio de la politiquería tradicional, había recibido un golpe mortal. Uno de aquellos sueños, convertido en pesadilla durante 60 años, era el anhelo de vivir en una nación soberana. La lucha contra la tiranía y el medio siglo de combate posterior han sido el precio del disfrute de conquistas justas, dignas y merecidas. Dentro de poco se cumplirá medio siglo de un encuentro histórico convocado en La Habana para denunciar una gigantesca campaña de mentiras, desatada contra el joven proceso insurreccional, tomando como pretexto el castigo a los principales asesinos de la dictadura, juzgados con todas las garantías procesales. En libros, entrevistas y otras confesiones de los más relevantes personeros del régimen derrotado, así como en documentos desclasificados mucho tiempo después por el Gobierno de Estados Unidos, se prueba cómo este maniobró inútilmente para salvar a la maquinaria militar del tirano, tradicional y fiel guardián de los intereses foráneos, que se desplomaba derrotada por la ofensiva revolucionaria final. El ejemplo de Cuba rompía el mito de la imposibilidad de una revolución contra un ejército moderno, inaceptable, además, en nuestros países acostumbrados a los gorilazos cuando peligraba el saqueo del Norte.
La brutalidad de los aparatos represivos de la dictadura, que cometieron horrendas matanzas de campesinos, que torturaron y asesinaron a miles de jóvenes, y sumieron en el sufrimiento a la familia cubana, generó un rechazo tal que toda la población exigía un castigo ejemplar para los culpables, de manera que el horror de aquellos años no se repitiera jamás. Las leyes y medidas que la Revolución implementaría posteriormente, como las reformas Agraria y Urbana —y otras de beneficio social— generaron rechazo en sectores privilegiados del país; sin embargo, el enjuiciamiento y ejecución de los criminales más notorios fue la medida más popular y más reclamada por todas las clases y sectores de la sociedad. Recordemos que en enero de 1959, no pocos miembros de aquel Gobierno Revolucionario eran burgueses o anticomunistas, como el presidente de la República, Manuel Urrutia, y el primer ministro, Miró Cardona, quien dos años después sería el escogido por los yanquis para encabezar el gobierno títere que instalarían en Cuba cuando los mercenarios de Girón aseguraran una cabeza de playa. Ellos estaban, en la Terraza Norte del antiguo Palacio Presidencial, entre los más enardecidos partidarios de la justicia revolucionaria. Nunca una medida había tenido un apoyo tan unánime.
El vecino, poderoso y cínico, aliado de todas las tiranías de la región, no sentía escrúpulos en aparecer como defensor de sanguinarios asesinos, olvidando el papel de sus propios fiscales en los procesos de Nuremberg, donde, finalizada la Segunda Guerra Mundial, fueron juzgados y sancionados a la pena capital los jerarcas nazis. Fue precisamente el fiscal norteamericano, Drexel Sprecher, quien más se detuvo en los aspectos relacionados con el papel de los medios de comunicación durante las invasiones de los ejércitos de Adolfo Hitler a otros países de Europa.
“Antes de cada agresión, con algunas pocas excepciones basadas en la conveniencia, señaló Sprecher ante el tribunal, ellos comenzaron con una campaña de prensa calculada para debilitar a sus víctimas y preparar sicológicamente al pueblo alemán para el ataque. Usaron la prensa después de sus primeras conquistas, como medio para posterior influencia política externa y maniobra para la siguiente agresión”. En la misma lógica, las mentiras contra Cuba consistían en presentar a la Revolución no como libertadora del pueblo sino como su verdugo, al pintar en la prensa internacional a los rebeldes como un ejército de asesinos sedientos de venganza. Esas acusaciones generaron mucha indignación en el pueblo y en las filas del Ejército Rebelde, que se caracterizó por el trato humano a los heridos y a los prisioneros durante más de dos años de guerra, durante los cuales entregó a la Cruz Roja a miles de soldados enemigos capturados, y que no se dejó arrastrar por el odio frente a un ejército habituado a no dejar vivos ni a los heridos ni a los prisioneros. “De la Revolución Cubana se pueden extraer muchas enseñanzas para la humanidad, que ha estado siempre acostumbrada a la barbarie”, dijo Fidel a los periodistas. Para él no cabía duda de que el objetivo de los organizadores de la campaña era divorciar a nuestro pueblo de los pueblos de América, para aplastar mejor a su Revolución. ¿Y quiénes eran los que estaban detrás de la concertación de esos ataques? El propio líder cubano los definiría claramente: “Los intereses que han estado explotando a la América, intereses monopolísticos que compran a los dictadores y les hacen venderles la economía del país, las concesiones mineras, del petróleo, del níquel, del acero, de los servicios públicos”. Para denunciar aquella temprana y peligrosa agresión, se convocó a la Operación Verdad, que reunió en La Habana, los días 21 y 22 de enero de 1959, a casi 400 periodistas del Continente Ellos participaron el primer día, frente al antiguo Palacio Presidencial, en —hasta ese momento— la más grande concentración popular en la historia de Cuba, y vieron a más de un millón de personas respaldar la aplicación de la justicia a notorios criminales, y aprobar a Raúl como el segundo jefe, “porque —como diría Fidel al proponerlo a la multitud— las revoluciones no pueden depender de un hombre”. Al siguiente día, en el Salón Copa Room del Hotel Havana Riviera, el líder de la Revolución respondió decenas de preguntas de los periodistas visitantes, quienes pudieron asistir también a juicios a los criminales de guerra y conversar con la población en la calle. En la conferencia de prensa, Fidel expuso su opinión acerca de que América Latina debía estar en posesión de medios que le permitieran conocer la verdad y no ser víctima de la mentira, idea que tomaría cuerpo ese mismo año con la creación de la Agencia Prensa Latina, cuyo futuro director, Jorge Ricardo Masetti, estaba presente junto a otros colegas, como Gabriel García Márquez, quienes también integrarían la nueva agencia latinoamericana. Un periodista preguntó a Fidel: ¿Cree usted que el acto de ayer dará por terminada la campaña de difamación? “Mientras más grandes sean los actos y más brillante la conducta del Gobierno, más intensa va a ser la campaña —le respondió—. Puede ser que ahora retroceda buscando otro punto donde poder atacar y tengamos que ser víctimas de otra campaña… Esperamos que esta vez esté más prevenida la conciencia del Continente. Pero no cesará la calumnia contra nosotros, de eso tengo la seguridad”. Y así ha sido año tras año: mentira tras mentira, campaña tras campaña, durante medio siglo, en el que las grandes empresas informativas descargan sobre el mundo los esquemas discursivos del poder hegemónico saturados de manipulación y omisiones. El caso de los cinco compatriotas nuestros prisioneros en cárceles estadounidenses es un ejemplo claro de una variante de agresión mediática: la llamada censura por consenso, tan dura de romper como la impuesta en nuestro país por la tiranía de Fulgencio Batista. Cincuenta años después, Cuba y su prensa continúan defendiendo la verdad como principio ético revolucionario, frente a la mentira imperial, que ahora —como en los tiempos del nazismo— también busca aislar y desacreditar a los pueblos que han iniciado procesos de cambio en nuestra región.
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Por TUBAL PAEZ
TRABAJADORES
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Tubal Páez es presidente de la Unión de Periodistas de Cuba http://www.trabajadores.cu/news/mientras-haya-mentira-habra-operacion-verdad

Cuba reclama a Estados Unidos la devolución de la soberanía de Guantánamo

El gobierno cubano estimó como "buena señal" que el nuevo gobierno de Estados Unidos cierre el campo de detención en la base naval de Guantánamo, pero reclamó la devolución a Cuba del territorio que ocupa, reflejó hoy la prensa local.El presidente del parlamento, Ricardo Alarcón, dijo ante senadores mexicanos que visitan La Habana que sería "insuficiente" el cierre de la prisión, y recordó que la base está "en territorio cubano ilegalmente ocupado".
El nuevo mandatario de Estados Unidos, Barack Obama, anunció como una de sus primeras medidas el cierre en un año de la base sobre la cual pesan acusaciones de aplicarse allí torturas a reclusos y otras violaciones de los derechos humanos.Sobre ese anuncio, Alarcón dijo que es "una buena señal". No obstante, sería "insuficiente" porque, subrayó, "el gobierno de Estados Unidos debe marcharse del territorio que ocupa en Guantánamo, sacar a los presos, recoger sus cosas e irse".
La base fue instalada por Estados Unidos en Guantánamo, localidad en el extremo oriente cubano a unos 900 kilómetros de La Habana, tras ocupar a Cuba militarmente como resultado de una guerra a fines del siglo XIX contra España, que la gobernaba.
Un tratado otorgó el territorio a los estadounidenses en aquella época "a perpetuidad" un concepto jurídico que tiene, no obstante, límites ya caducos, según las autoridades cubanas.
El tema de la base relacionada con el eventual diálogo fue tocado por el presidente cubano, Raúl Castro, antes de que Obama ganara las elecciones, en una entrevista que concedió al actor norteamericano Sean Penn en La Habana en noviembre último.
Castro sugirió "un lugar neutral" para tal diálogo. "Tal vez podríamos encontrarnos en Guantánamo", afirmó..."Al final del encuentro podríamos darle (a Obama) un regalo... le permitiríamos que regrese a casa con la bandera americana que ondea sobre la Bahía de Guantánamo".
Las autoridades cubanas estiman que para Estados Unidos la devolución de la base no implicaría tensiones militares pues ya carece de importancia bélica.
El canciller cubano, Felipe Pérez Roque durante una visita esta semana a Nicaragua también demandó la devolución a Cuba del territorio que ocupa la base naval.
ANSA

Desclasifican en EEUU documentos de múltiples intentos para normalizar la relación con Cuba

Desde tiempos de John F. Kennedy hasta Bill Clinton, los presidentes de Estados Unidos exploraron secretamente la posibilidad de normalizar las relaciones bilaterales con Cuba, según documentos oficiales recién desclasificados y presentados por primera vez.
La organización independiente National Security Archive, en Washington, presentó hoy una serie de documentos oficiales del gobierno estadunidense, hasta ahora secretos, que revelan desde una entrevista secreta entre un asesor de Kennedy con el Che Guevara, hasta los intentos de Kissinger por abrir un diálogo sobre la normalización de relaciones con representantes de Fidel Castro.
Estos documentos, argumenta el director del proyecto sobre Cuba del Archive, Peter Kornbluh, podrían servir de guía para el gobierno de Barack Obama. “La historia demuestra que presidentes desde Kennedy hasta Clinton consideraron el diálogo tanto posible como preferible a una continuación de la hostilidad y agresión en la política estadunidense hacia Cuba. Este rico historial desclasificado del pasado ofrece un mapa a seguir en el futuro para el nuevo gobierno estadunidense”, declaró hoy.
De hecho, una directiva secreta emitida en marzo de 1977 poco después de que Jimmy Carter asumió la presidencia, marca la primera y única vez en que un presidente ordenó la normalización de las relaciones con el gobierno de Castro. “He concluido que deberíamos lograr la normalización de nuestras relaciones con Cuba”, afirma la directiva presidencial NSC-6.
Encuentro con Castro
Carter dio instrucciones para impulsar “un proceso que llevará a restablecer las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba”. Las negociaciones brindaron resultados como el establecimiento de las secciones de interés diplomáticas en Washington y La Habana, y hubo hasta un diálogo secreto con Castro, pero el esfuerzo se descarriló por la demanda estadunidense del retiro de tropas cubanas de África antes de que Carter estuviera dispuesto a considerar suspender el bloqueo económico de la isla.
Un par de años antes, en 1975, un asesor de alto nivel del entonces secretario de Estado Henry Kissinger elaboró un informe secreto titulado “Normalizando relaciones con Cuba”, que afirmaba que “nuestro interés es lograr poner el asunto de Cuba detrás, y no prolongarlo de manera indefinida”. Agrega que “si hay un beneficio para nosotros en un fin del estado del ‘antagonismo perpetuo’, reside en sacar a Cuba de la agenda doméstica e interamericana, en sacar el simbolismo de un tema intrínsicamente trivial”.
Al inicio de ese mismo año, el 11 de enero de 1975, el secretario asistente de Estado, William Rogers, y representantes del gobierno cubano se reúnen en secreto por primera vez en una cafetería pública en el aeropuerto LaGuardia en Nueva York, donde el estadunidense entregan un documento aprobado por Kissinger a Ramón Sánchez Parodi, representante de Castro. “Estamos reuniéndonos aquí para explorar las posibilidades de una relación más normal entre nuestros dos países”, y agrega que “Estados Unidos puede y está dispuesto a progresar sobre tales temas, aun con naciones socialistas con las que tenemos un desacuerdo ideológico fundamental”, dice el documento sin título ni firma.
Pero estos intentos comenzaron desde casi el principio. Entre los documentos revelados hoy, hay un informe de una reunión con el Che Guevara en agosto de 1961. El asesor presidencial de Kennedy, Richard Goodwin, cuenta de su conversación informal con Guevara en Montevideo, Uruguay, donde dice que se tocaron, entre otros puntos, el deseo de Cuba de establecer un modus vivendi con Estados Unidos, Guevara también informó que aunque Castro estaba dispuesto a hacer algunas concesiones para lograr ese objetivo, era innegociable el sistema político cubano.
Guevara también sugirió que una negociación podría arrancar sobre temas secundarios para encubrir una conversación sobre los asuntos principales. Esta reunión, según el Archive, marcó el primer diálogo de alto nivel entre representantes de ambos países desde que se rompieron las relaciones diplomáticas el 3 de enero de 1961.
“Es un hecho poco conocido que desde cuando el gobierno de Eisenhower rompió relaciones con Cuba, el 3 de enero de 1961, cada presidente ha participado en alguna forma de diálogo con Fidel Castro, a excepción de George W. Bush”, escribe Kornbluh con William LeoGrande, en el amplio artículo Hablando con Castro, en el numero más reciente (febrero) de la revista Cigar Aficionado.
El artículo está basado en esta documentación hasta hoy secreta y un proyecto de investigación del Archive sobre los diálogos secretos entre ambos países a lo largo de los últimos 50 años, desde Kennedy, pasando por Carter, Kissinger durante el gobierno de Gerald Ford, y Bill Clinton, donde está, entre otros, el esfuerzo ya conocido de Gabriel García Márquez de promover un diálogo hacia la normalización de relaciones.
El artículo ofrece la historia de negociaciones tanto abiertas, sobre temas como migración, a los intentos secretos, frecuentemente a través de intermediarios, de buscar alguna manera de proceder hacia una mayor normalización. De hecho, cuenta que al mismo tiempo que Kennedy autorizaba actividades hostiles, también daba luz verde a la exploración de una reacomodación diplomática. Los principales intentos hacia ese objetivo fueron promovidos primero por asesores de Kennedy, y se repitieron en tiempos de Carter, Ford y Clinton.
Aunque todos fracasaron, Kornbluh y LeoGrande argumentan que esta historia cobra nueva relevancia en esta coyuntura, ya que el ahora presidente Barack Obama afirmó durante su campaña que estaba dispuesto a reunirse con Raúl Castro “sin precondiciones”.
Lo repitió en un debate contra su ahora secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien criticó esa postura, y en el cual Obama dijo que con preparación previa, era factible, ya que “es importante para Estados Unidos no sólo hablar con sus amigos, sino también con sus enemigos. De hecho, ahí es donde la diplomacia hace la mayor diferencia”.
Los autores señalan que Carter fue el más parecido a Obama en su visión diplomática de buscar una solución pacífica a los asuntos internacionales, incluida Cuba. “Sentía entonces, igual que hoy, que la mejor manera de promover un cambio en el régimen comunista de Cuba era abrir el comercio, las visitas y las relaciones diplomáticas”, comenta a los autores en una entrevista. Carter indicó que viendo hacia atrás, “ya sabiendo lo que sé desde que dejé la Casa Blanca, yo debí haber procedido y debí haber sido más flexible en el manejo con Cuba y en el establecimiento de relaciones diplomáticas plenas”.
Los autores indican que esta historia de intentos y diálogos entre Washington y La Habana, muchos de ellos secretos hasta ahora, son una guía para el nuevo gobierno en una coyuntura que tal vez es la más prometedora en estos últimos 50 años para dejar atrás una política fracasada y repudiada por la comunidad internacional y voltear esta página de la historia.

Para revisar los documentos originales, ver la página del National Security Archive en:
www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB269/index.htm
http://www.jornada.unam.mx/2009/01/23/index.php?section=mundo&article=027n1mun
DAVID BROOKS
LA JORNADA

23/1/09

La larga marcha de la Revolución Cubana

A la memoria de Leo Huberman y Paul Sweezy .

La victoria revolucionaria el 1ro de Enero de 1959 convirtió a Cuba en noticia para quienes casi nada conocían de ella. Para muchos fue como encontrar un nuevo mundo. Al igual que en la época de los grandes navegantes, el hallazgo estuvo nublado por la ignorancia y los prejuicios que suelen acompañar a los descubridores.
Algunos aspectos clave tales como los métodos empleados por los revolucionarios para derrocar a Batista —en particular la lucha guerrillera y la insurrección urbana— y la conducción del proceso por fuerzas desconocidas y sin vinculación con el movimiento socialista internacional o con cualquier otra instancia supranacional, su inmediata confrontación con el imperialismo norteamericano y la identificación con el socialismo, provocaron generalizada sorpresa e interés y colocaron la experiencia cubana en el centro de atención de investigadores y analistas casi todos lastrados por una visión eurocentrista.
En el contexto internacional prevaleciente entonces, cuyo eje central era la llamada confrontación Este-Oeste, Cuba necesitó y encontró el apoyo y la solidaridad de la Unión Soviética. El acercamiento entre ambos países llevó a casi todos los estudiosos a encerrar la reflexión sobre Cuba en los términos de la Guerra Fría. Resultaba aceptable y común explicarse la Revolución Cubana, incluso su origen y causalidad, en aquel antagonismo como si la vida de la Isla hubiera comenzado en 1959, como si ella careciera de historia y no fuera otra cosa que una consecuencia de lo que sucedía allende los mares. Medio siglo más tarde y cuando casi han transcurrido dos décadas desde el fin de la Guerra Fría ese sigue siendo el factor determinante en el modo de pensar a Cuba de buena parte de la academia "liberal" de Occidente.
Ahora cuando se cumplen 50 años de aquel acontecimiento, Cuba sigue siendo para muchos tierra incógnita. Hace ya algunos años la CEPAL señaló que la economía cubana era, a la vez, la menos estudiada y una sobre las que más se escribía. Algo parecido puede decirse de su historia, su vida real y su sistema político.Las rarezas cubanas
Con invariable persistencia, los políticos norteamericanos y muchos académicos y periodistas occidentales gustan de presentar a Cuba como una anomalía, una rareza que se aparta de lo que se supone sea la norma universal. Obviamente se trata de imponer a todos como dogma inapelable el sistema capitalista, ahora en su forma extrema del llamado neoliberalismo y su expresión política la "democracia representativa" versión occidental. La impostura de pretender imponer tal dogma merecería otro trabajo. Quiero aquí concentrarme en la cuestión de la excepcionalidad cubana. Solo quien poco o nada sabe de Cuba puede sorprenderse de que en la Isla haya triunfado un proyecto autóctono que se aparta de lo que otros consideran la regla. En rigor, la búsqueda de un camino distinto, independiente, animada por un pensamiento —y un modo de pensar— propio, creado por ella y no copiado del exterior está en la raíz misma de la que surgiría la nacionalidad cubana y la acompañaría siempre.
Cuba quedó sola, con Puerto Rico, apartada del movimiento emancipador que puso fin al dominio colonial español en el primer cuarto del siglo XIX. Aunque hubo personalidades que concibieron la idea de la independencia e incluso algunos intentos aislados por conseguirla, el movimiento de liberación nacional no aparecería entre nosotros hasta medio siglo después que en el resto de Hispanoamérica.
Esa demora se explica por las características de la sociedad colonial en la Isla y el contexto internacional en que ella existía, ambos con rasgos sustanciales que la distinguían de las otras colonias españolas y conducirían a que nuestro movimiento nacional no solo naciera más tarde sino que, sobre todo, fuera de una naturaleza diferente.
En el continente fue la oligarquía criolla la que dirigió los esfuerzos para romper los vínculos de subordinación a Madrid que recibieron un impulso decisivo con la invasión napoleónica y la consiguiente crisis de la monarquía borbónica. Una vez alcanzada la independencia esa oligarquía actuaría como heredera de la Corona y establecería regímenes que preservarían en lo fundamental la estructura de las viejas sociedades coloniales.
La gran excepción en aquel período fue la Revolución haitiana. En la isla vecina el movimiento separatista fue ante todo la mayor sublevación de esclavos que se recuerde, conmovió y destruyó la sociedad antigua y estableció, en medio del asedio y la hostilidad del resto del mundo, una república radicalmente diferente al oprobioso régimen del cual surgió.
En Cuba la oligarquía nunca se propuso crear una nación, jamás tuvo siquiera un sentimiento nacional. Cuando este empezaba a levantarse en el continente, acá en la Isla crecía la introducción de esclavos, que llegarían a conformar la mayoría de la población. De su tráfico y explotación en las plantaciones azucareras la principal beneficiaria era precisamente la oligarquía criolla. Cuba se convirtió en la azucarera del mundo. Para lograrlo había que importar esclavos sin cesar.
Por ser la colonia más estable —"la siempre fiel" la llamaban los españoles— y porque su riqueza material crecía, la Isla atrajo, al mismo tiempo, una intensa inmigración europea. De España, ante todo, que hizo de ella el territorio más españolizado del imperio, aquel con mayor poblamiento español. Acá había administración y ejército colonial pero también masas de pobladores españoles, nuestros pied noirs, que se instalaron, muchos con sus familias, en lo que veían como una prolongación permanente de su propia tierra. También vinieron otros inmigrantes blancos atraídos por la floreciente economía isleña.
Otros factores se sumaron para atraer, junto a la siempre en aumento introducción de esclavos africanos, a otros hombres de piel menos oscura. Pueden resumirse en cinco letras: Haití.
La oligarquía que disfrutaba su opulencia gracias al sacrificio de los negros esclavizados, que dependía necesariamente de ellos, al mismo tiempo, temía que su incesante, inevitable, crecimiento amenazara su modo de existencia con costumbres, valores y ritos ajenos al modo de ser español y español-criollo. Por eso la misma oligarquía que arrancó de África a centenares de miles de infelices y los esclavizó en sus plantaciones, levantó la consigna de "blanquear la isla" mediante la atracción de más españoles y europeos. Los sucesos de Haití exacerbaron esos sentimientos entre los grandes propietarios blancos.
Desde el Oriente cubano se pueden distinguir a simple vista las montañas de Haití. Un estrecho espacio marítimo nos separa. Y nos une. Por esas aguas llegaron muchos antiguos colonos que huían, despavoridos, de la gran rebelión. Con ellos, o después, vinieron también sus siervos y otros negros que escapaban de aquella tierra arrasada e incendiada.
La cuestión de la esclavitud —y su secuela, el racismo— sería el tema dominante en los primeros dos tercios del siglo XIX cubano, estará presente en los debates académicos y en los textos de sus pensadores y literatos.
Hubo grandes sublevaciones de esclavos que sacudieron la sociedad colonial. Hubo también un intento de rebelión política, el primero que buscó la independencia, dirigido por José Antonio Aponte, un negro libre habanero. Estas acciones, quedaron aisladas en una amalgama social carente de integración, profundamente dividida entre clases, etnias y territorios.
Otras corrientes, sin embargo, se movían, algunas en el subsuelo, otras más visibles y serían ingredientes de los que iba brotando una nueva realidad.
Ante todo el mestizaje. El racismo oficial no impedía que blancos y negros se juntasen, tuvieran relaciones sexuales, incluso que formasen familias y que surgiera el mulato con la más diversa gradación de mezclas. El mestizaje, perceptible en los rostros de muchos habitantes de la colonia, avanzaba también en la música, la literatura y otras manifestaciones de la cultura que poco a poco eran compartidas y asumidas trascendiendo el color de la piel.
La oligarquía criolla contemplaba la realidad con aprensión. Su único móvil era el lucro obtenido de la explotación del trabajo esclavo. Necesitaba la mano de obra servil pero le preocupaba el mestizaje y se alarmaba ante las noticias de las revueltas que se reproducían en las plantaciones azucareras. La gran Revolución haitiana la angustiaba especialmente. Tenía, por otra parte, sus propias contradicciones con la metrópolis española y sus representantes y agentes, que, con numerosas regulaciones y controles para asegurar los privilegios de la Corona, trababan su expansión.
La isla era también objeto de la codicia de otras potencias. Lo había sido siempre desde los tiempos iniciales cuando corsarios y piratas la asolaban. En tiempos más recientes los ingleses se habían apoderado de la capital durante varios meses y a lo largo del siglo XIX ellos y otros europeos conspiraron una y otra vez para arrebatársela a España. Cuba estaba en el centro de lo que Juan Bosch definió como "la frontera imperial".
La oligarquía criolla, asediada, generó dos tendencias con grandes diferencias entre sí pero unidas por idéntico afán de preservar sus intereses de clase y sobre todo el de mantener sojuzgada a la población de origen africano.
La primera tendencia fue la del reformismo que produjo algunos pensadores notables, que estudiaron a fondo la sociedad colonial, supieron ver sus males y abogaron por cambios para mejorar la educación, la salud y el desarrollo económico, científico y cultural. Hicieron numerosas peticiones ante el gobierno español en las que agotaron sus esfuerzos sin resultado alguno. Sus propuestas de reforma se detuvieron siempre ante un límite: para ellos, también, la esclavitud era el fundamento necesario y Cuba debería seguir siendo española.
La otra tendencia fue el anexionismo, la que trataba de lograr la incorporación de Cuba a los EE.UU. Fue la dominante entre los principales dueños de las plantaciones azucareras del occidente de la Isla y también contó con importantes figuras académicas, intelectuales y profesionales. Contó también con el gobierno de Washington que desde comienzos del siglo la promovía activamente. Este sector llevó a cabo las primeras conspiraciones y acciones militares en gran escala, incluyendo la invasión por una fuerza expedicionaria procedente del territorio norteamericano y compuesta en su gran mayoría por extranjeros.
Más en lo hondo tenía lugar otro proceso que palpitaba en los claustros académicos y se reflejaría en algunas publicaciones que circulaban entre la minoría culta. Su terreno era la filosofía a partir de la sólida crítica al escolasticismo llevada a cabo por los sacerdotes José Agustín Caballero y Félix Varela y por su continuador José de la Luz y Caballero. Este último fue el centro de una polémica filosófica en la que cuestionaba vigorosamente la corriente prevaleciente en Europa y América en 1838-1839 que ha sido calificada como "el suceso más original en la historia del pensamiento latinoamericano", en la que se reflejaba la tenaz búsqueda de un pensamiento, y un modo de pensar, propio, cubano ("una sophia cubana que fuera tan sophia y tan cubana como lo fue la griega para los griegos").
Varela fue el primer pensador de la independencia nacional. A alcanzarla dedicó una prédica ardorosa en El Habanero, el primer periódico cubano, que publicaba en su exilio norteamericano y que circulaba clandestinamente en la Isla. Su pensamiento, raigalmente independentista y antiesclavista anticipaba la idea de una Cuba que debería ser "tan isla en lo político como lo es en la geografía".
Su discípulo, Luz, poco antes de morir en 1862 iluminó el sentido ético que debería encarnar en esa nación aun por nacer: "Antes quisiera, no digo yo que se desplomaran las instituciones de los hombres, reyes y emperadores, sino los astros mismos del firmamento, que ver caer del pecho humano el sentimiento de justicia, ese sol del mundo moral".
La pelea de los esclavos por su emancipación y la de la intelectualidad por conquistar la independencia cultural tendrían que conjugarse y hacerse una misma lucha para crear la Patria, para que pudiera surgir la nación y el movimiento para liberarla.
El nacimiento ocurrió el 10 de Octubre de 1868. Carlos Manuel de Céspedes, uno de los principales dirigentes revolucionarios del oriente cubano había sufrido varias veces prisión, destierro y persecución y había conspirado en logias de una masonería jacobina que juraba "guerra a muerte a la explotación y la discriminación del hombre por el hombre" y ese día, proclamó al mismo tiempo la independencia de Cuba y la liberación de sus esclavos —"ciudadanos", fue el término que empleó para hablarles aquella mañana— y los invitó a incorporarse libremente a la guerra para alcanzar ambos objetivos.
Después de liberar Bayamo, una de las principales ciudades del país, Céspedes instaló allí un gobierno revolucionario —un triunvirato que incluyó a un negro y a un obrero— que ejerció su autoridad sobre el valle del Cauto durante tres meses de singular realización de la democracia revolucionaria con la participación directa del pueblo en el control de la gestión gubernamental. En Bayamo y otras ciudades y poblados del territorio liberado, los dirigentes discutían con el pueblo, en la plaza pública, cuestiones relacionadas con la marcha de la guerra y la emancipación de los esclavos y otras de interés común. Esa, nuestra primera experiencia de poder popular concluyó cuando, ante la inminencia del asalto por las más poderosas fuerzas del ejército enemigo, el pueblo tomó su última y más trascendental decisión: la de incendiar su hermosa ciudad hasta reducirla a cenizas y marcharse, hombres, mujeres y niños, hacia los bosques a continuar la lucha.
La experiencia revolucionaria bayamesa es algo perfectamente ignorado por la historiografía burguesa y por los profesionales de la cubanología. En su tiempo, sin embargo, no pasó inadvertida.
Uno de los principales portavoces del anexionismo escribió entonces: "Nunca se ha encontrado Cuba más cerca de una verdadera revolución social y socialista".
La revolución se empeñó por extenderse al oeste. La tea incendiaria, instrumento para destruir la base económica de la colonia y emancipar a los esclavos, se convirtió en el símbolo de los sectores más radicales encabezados por Céspedes. La invasión a Occidente fue intentada sin éxito varias veces. El teatro de operaciones militares se redujo a los departamentos de Camagüey y Oriente, la parte menos desarrollada del país donde los cubanos pelearon contra un ejército colonial más numeroso que el total de las fuerzas que habían defendido al imperio continental español. Durante los diez años de contienda la producción azucarera y con ella la esclavitud siguió creciendo.
La revolución sufrió un aislamiento casi absoluto. Contó apenas con el apoyo moral de unos pocos países latinoamericanos. La emigración patriótica —cuyos núcleos más numerosos estaban en EE.UU.— fue perseguida y reprimida por las autoridades norteamericanas que, además, respaldaron al régimen colonial que en el Norte equipó, armó y reparó una poderosa flota capaz de bloquear las costas de la Isla e impedir la ayuda externa y el avance revolucionario hacia La Habana. Denunciando a Washington, en 1870, Céspedes señaló que "el secreto de su política es apoderarse de Cuba".
La guerra más cruenta y prolongada hasta entonces conocida en América terminó con la derrota total.
A diez años de su nacimiento la nación cubana sufrió la mayor catástrofe. Como consecuencia de esa guerra Cuba perdió más de un tercio de su población. Se produjo entonces una emigración masiva hacia EE.UU. y otros países vecinos, el mayor éxodo de nuestra historia, que superó con mucho a cualquier otro.
Los antiguos propietarios patriotas fueron expropiados sin compensación alguna y muchos terminaron sus vidas en la pobreza. Se restableció el régimen esclavista en todo el país. Las regiones donde se desarrolló el conflicto fueron arrasadas y sus habitantes hundidos en la miseria.
Las fuerzas que habían librado la insurrección quedaron profundamente divididas y frustradas. Los diversos intentos para reanudar la lucha armada, incluida la llamada Guerra Chiquita, todos fracasados, acentuaron las discordias internas y el derrotismo.
José Martí era un adolescente cuando se inició la Revolución y tuvo que sufrir los rigores inhumanos del presidio político. Vivió apenas 42 años, casi todos en el exilio, 14 en EE.UU. Fue nuestro mayor poeta, escritor prolífico, periodista y orador, dejó una obra escrita de sorprendente amplitud y lucidez capaz de colmar cualquier biblioteca, su estilo inimitable revolucionó la lengua castellana. Pero por encima de todo Martí fue el político más genial de América Latina, el primero que llamó por su nombre al imperialismo norteamericano, advirtió de su amenaza para nuestros pueblos y convocó a la resistencia y la unión continental para enfrentarlo.
Fue también un organizador paciente y sistemático, un estratega sagaz, visionario, que estudió profundamente la experiencia de la Guerra Grande y las causas y factores que habían conducido a la terrible derrota. Dedicó una verdadera pasión apostólica a unir a los patriotas, a restañar las heridas, a superar resentimientos y rivalidades, a juntar a los veteranos con las generaciones más jóvenes. Él, antes de empuñar un arma, se ganó el respeto de los viejos combatientes, pudo unirlos y recibió de ellos, paso a paso, el reconocimiento a su autoridad moral y política como nuevo guía revolucionario.
La esencia de su estrategia fue la creación de un partido que agrupase a todos los revolucionarios, un instrumento político único que librase a nuestro pueblo de las nefastas consecuencias que nos había acarreado la división. Un partido que tuvo su sustento principal, su base mayoritaria, en la emigración obrera de Tampa, Cayo Hueso, New York y otras ciudades norteamericanas y en la diáspora cubana establecida en México, Venezuela, Centroamérica y varios países del Caribe.
Fue José Martí quien introdujo en la cultura política cubana la noción del imperialismo, específicamente el norteamericano, y la idea del partido único como instrumento indispensable de la revolución. Esos conceptos eran manejados por los cubanos, sin conocer quien era Lenin, mucho antes de la insurrección bolchevique. Esos conceptos vivieron en nuestra tradición revolucionaria a lo largo de varias generaciones.
Rescató Martí el ideario fundacional de la Revolución iniciada en 1868. Para él también no se trataba solo de alcanzar la independencia nacional, ella era inseparable de una profunda revolución social. El objetivo de Céspedes de alcanzar "la perfecta igualdad" entre todos los ciudadanos de la República era idéntico al que Martí anunció al partir hacia su gloriosa caída en el campo de batalla: "conquistaremos toda la justicia".
En 1898, cuando ya la guerra se extendía a todo el país, el ejército colonial se tambaleaba y las tropas revolucionarias operaban en las cercanías de La Habana, se produjo la intervención militar norteamericana. Se cumplió la profecía de Céspedes, el imperialismo hizo realidad el plan que Martí había denunciado, frente al cual, para tratar de impedirlo, él había sacrificado su vida.
Treinta años de lucha heroica y desigual concluían, otra vez, en la catástrofe.
La intervención se caracterizó por la arrogancia imperialista y su desprecio a los cubanos. Fue disuelto el Ejército Libertador y el Partido Revolucionario cubano, fueron ignorados completamente las autoridades e instituciones republicanas —el gobierno, la Asamblea de Representantes, la Constitución (la última de las cuatro que los cubanos se dieron mientras peleaban por la independencia)— y el país fue sometido a un régimen militar de ocupación que organizó el saqueo de la economía, reinstauró el racismo y la discriminación racial y perpetuó y amplió la corrupción y los vicios de la colonia.
Cuba fue el último país de América Latina junto a Puerto Rico en iniciar la pelea por la independencia nacional. Ambas islas fueron las únicas naciones latinoamericanas que después de librar la lucha más prolongada la concluyeron con la derrota. Pasaron, sin un instante de libertad, de colonias españolas a colonias norteamericanas.
Vino después la república ficticia ocupada militarmente e intervenida varias veces más por EE.UU. Cuba quedó reducida, en rigor, a un estado vasallo en condición aun más lamentable. El poeta Cintio Vitier la describió así: "La colonia era una injusticia; no era un engaño. La neocolonia yanqui era ambas cosas. Al convertir en simulacro y farsa lo que había sido el ideal de varias generaciones de héroes y mártires atentaba impunemente contra la raíz misma de la patria".
El período de la neocolonia conoció también de grandes luchas obreras, estudiantiles y campesinas en las que el legado de nuestra tradición revolucionaria, independiente, se mantuvo vivo. Julio Antonio Mella, fundador y principal dirigente de la Federación de Estudiantes Universitarios y del Partido Comunista, asesinado en plena juventud en 1929 fue en su tiempo el mejor ejemplo.
En un artículo que escribió para honrar a Lenin recién fallecido, Mella afirmó: "No pretendemos implantar en nuestro medio, copias serviles de revoluciones hechas por otros hombres… No queremos que todos sean de esta o aquella doctrina, esto no es primordial en estos momentos, en que como en todos, lo principal son Hombres, es decir, seres que actúen con su propio pensamiento y en virtud de su propio raciocinio, no por el raciocinio del pensamiento ajeno. Seres pensantes, no seres conducidos. Personas, no bestias".
La generación que así se expresaba estuvo, otra vez, a punto de conquistar el cielo. Logró derrocar en 1933 a la tiranía de Machado, el asesino de Mella, e instaurar un gobierno revolucionario que duró cien días hasta que una nueva intervención norteamericana impuso la primera de las dos sangrientas dictaduras de Batista.
Finalmente el 1ro de Enero de 1959 el movimiento revolucionario, ahora dirigido por Fidel Castro, barrió con la tiranía y el régimen neocolonial.Leer al enemigo
Desde ese día el pueblo cubano ha debido enfrentar una agresión múltiple, permanente y sistemática que abarca el bloqueo económico más prolongado que haya existido jamás, los ataques militares —incluida la fracasada invasión de Bahía de Cochinos, una siniestra e interminable serie de acciones terroristas y de sabotaje, presiones diplomáticas y campañas de propaganda hostil y mentirosa.
Leo Huberman y Paul Sweezy, paradigmas de auténticos intelectuales y amigos entrañables, fueron los primeros que examinaron, desde las páginas de Monthly Review, con rigor científico y noble simpatía, el difícil y singular proyecto que emprendían los cubanos al que dedicarían "Cuba: Anatomy of a Revolution" y otros textos memorables.
C. Wright Mills, por su parte, se empeñó en despertar las conciencias de su pueblo — "Listen Yankee: the Revolution in Cuba"— y procuró hasta la muerte la amistad entre los dos países.
Existe además una extensa bibliografía posterior de expertos en asuntos cubanos —más o menos serios, más o menos bienintencionados— que pretenden explicar el origen, la naturaleza y los avatares de lo que, en jerga diplomática, algunos llaman "el diferendo Cuba-EE.UU.". Por obligación profesional he debido leerla, a veces con deleite. Pero, con el debido respeto a los cubanólogos, prefiero leer al enemigo.
En la última década del siglo XX apareció a la luz pública una buena parte de la documentación oficial norteamericana hasta entonces guardada en secreto. En 1991 el Departamento de Estado publicó un grueso libro titulado Foreign relations of the United States 1958-1960 Volume VI Cuba que contiene centenares de documentos —informes y análisis internos del Departamento, reseñas de reuniones del Consejo de Seguridad Nacional y de otras instancias gubernamentales, mensajes intercambiados con su Embajada en La Habana, con otras misiones diplomáticas y con gobiernos de países aliados y otros materiales relacionados con el último año del régimen de Batista y los dos primeros del enfrentamiento entre ambos países hasta la ruptura de las relaciones diplomáticas.
1958 fue un año crucial que encierra las claves indispensables para entender lo que sucedería después. En el libro aparecen pruebas irrefutables de la profunda alianza entre Washington y la tiranía sangrienta que se impuso como un azote sobre la Isla. La colaboración abarcó los terrenos más variados, incluso la energía nuclear. La asistencia militar fue total y no solo en suministro de armas, municiones y equipamiento y asesoría a todos los niveles. Todos los cuadros de la fuerza aérea cubana, la casi totalidad de los oficiales del Ejército, la Marina y la Policía, y unidades completas de las tropas que combatieron a los rebeldes en la Sierra Maestra, recibieron entrenamiento en escuelas militares norteamericanas.
No solo apoyaron a Batista en Cuba, también lo hicieron en EE.UU. El FBI y el Departamento de Justicia se esforzaron por mantener a raya a los exiliados y emigrados y frustrar todos sus intentos por auxiliar a quienes en la Isla luchaban por la libertad. Para ello ambos gobiernos intercambiaron informaciones y coordinaron acciones. En ese sentido se destacan las que emprendieron contra el ex presidente Carlos Prío Socarras.
Al acentuarse la bancarrota de aquel régimen ocultar el respaldo que seguía entregándole pasó a ser una prioridad para la administración Eisenhower junto al empeño por detener la victoria popular. "Debemos impedir la victoria de Castro" fue la conclusión, varias veces repetida, en las reuniones de la Casa Blanca.
Los documentos desclasificados revelan una dimensión que va más allá del comprometimiento político, militar y económico entre las autoridades de dos gobiernos que a veces parece confundirse en una sola cosa. Desfilan ante nosotros personajes angustiados y perplejos, actores de un drama que son incapaces de entender. Según avanza el año 58 se precipitan las reuniones en las que Eisenhower, Nixon, Dulles y sus generales elaboran planes desesperados, tratan de encontrar la fórmula mágica que evite el derrumbe total.
Al igual que en las telenovelas hay intriga y melodrama. Como la escena del juramento en la que el Presidente, grave y solemne, les exige prometer que negarán siempre haber escuchado lo que allí discutían. O su directiva precisa, inapelable, "que la mano de EE.UU. no aparezca". Y si esto fuera poco, cual si desconfiara de sus más cercanos asesores, su instrucción personal al Director de la CIA disponiendo que los planes secretos en relación con Cuba no fueran llevados en lo adelante a las reuniones del Consejo Nacional de Seguridad.
Se vieron obligados a interrumpir o postergar cenas y jolgorios. En las horas finales del 31 de diciembre desde su despacho el secretario Herter envía a La Habana su último mensaje de 1958. Es un texto, amargo y dolorido que resume todo lo que Washington había hecho por sostener al déspota hasta el último instante.
El sol no alumbraba aún la primera mañana del año 1959 y ya en Washington recibían informes de su Embajador en La Habana. El buen señor no había dormido, mucho tuvo que hacer tratando de apuntalar la junta militar que pugnaba por establecerse y organizando la salida del país de aquellos jerarcas y colaboradores que no habían escapado con Batista.
Ya en aquellas horas se producía el primero y uno de los más graves actos de la cruel guerra económica impuesta a Cuba. Los fugitivos habían literalmente saqueado el Tesoro de la República creando lo que el propio Departamento describía como una situación insoportable para cualquier Administración. Ni un centavo fue devuelto. Tampoco se concedió préstamo alguno al Gobierno provisional pese a sus gestiones discretas y amistosas. Ahí está el origen de muchas fortunas, engrosadas después con privilegios, exenciones impositivas y otras prebendas que nadie más ha disfrutado en la historia de EE.UU., que la propaganda oficial presenta como supuestos éxitos de una comunidad de exilados emprendedores.
Se les permitió embolsillarse centenares de millones de dólares —en más de 400 millones calculaban los expertos del Banco Nacional y los editorialistas del New York Times el despojo inicial— a los que después sumarían numerosas exenciones tributarias por la imaginaria pérdida de propiedades abandonadas en la Isla y cifras incalculables de los diversos programas anticastristas generosamente financiados por el presupuesto federal durante casi medio siglo.
Los años 1959 y 1960, nos cuentan los documentos finalmente desclasificados, fueron los del forcejeo entre la mano poderosa que se quería invisible y un pequeño país que buscaba librarse de ella. Muy pronto al saqueo brutal del erario público se agregaron nuevas agresiones económicas. Confiaban los estrategas en Washington que siendo como era tan completa la dependencia de la Isla de las finanzas y el mercado norteamericano bastarían unos cuantos golpes para que Cuba se derrumbase y cayera otra vez bajo su férula.
Con el andar del tiempo acuñaron frases útiles para encubrir el significado de sus acciones. Los eruditos las describen como "sanciones" constitutivas de un "embargo". Ahora es posible leer que a una de las primeras de esas medidas, la supresión de la cuota azucarera, la definía el Secretario Herter, ya en 1959, como una de "guerra económica".
Sabemos también que en aquellos años iniciales las autoridades norteamericanas tenían una idea muy precisa de lo que estaban haciendo y de sus implicaciones morales así como de la finalidad política que perseguían. Pocas veces fueron tan sinceras como al escribir: "La mayoría de los cubanos apoyan a Castro… el único modo previsible de restarle apoyo interno es a través del desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales… hay que emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba … una línea de acción que, aún siendo lo más mañosa y discreta posible, logre los mayores avances en privar a Cuba de dinero y suministros, para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar el hambre, la desesperación y el derrocamiento del Gobierno" [1] .
En 1997 la Agencia Central de Inteligencia desclasificó, con las omisiones y retoques del caso, otro documento que había escondido celosamente por más de treinta años. Es el informe del General Lyman B. Kickpatrick, inspector General de la Agencia sobre las acciones iniciadas en 1959 y que en esencia sigue siendo la sustancia de la política aplicada hasta el día de hoy.
El programa consistía en:a. Formación de una organización cubana en el exilio para atraer lealtades cubanas, dirigir actividades de oposición y suministrar cobertura para las operaciones de la Agencia.b. Una propaganda ofensiva en nombre de la oposición.c. Creación dentro de Cuba de un aparato clandestino para recolectar información de inteligencia y realizar acciones que responda a la dirección de la organización en el exilio;d. Desarrollo fuera de Cuba de una pequeña fuerza paramilitar para ser introducida en Cuba para organizar, entrenar y dirigir grupos de resistencia."
[2] .
La mano oculta fue en verdad dadivosa.
Incluyó al menos 35 mil dólares semanales para publicar la llamada Bohemia Libre que llegó a alcanzar una circulación de 126 000 ejemplares solo superada en el continente por Selecciones del Reader's Digest; la reimpresión en el exilio del diario Avance antaño financiado por Batista; las transmisiones de Radio Swan, la edición de programas de televisión y otras publicaciones incluyendo tiras cómicas y el envío de conferencistas a hacer propaganda por toda la América Latina. Los salarios de los dirigentes exilados en los años iniciales ascendían a 131 000 dólares mensuales.
La derrota de Bahía de Cochinos no puso fin a esas actividades, más bien se intensificaron y ampliaron. Las transmisiones radiales clandestinas, que continúan, se vieron extendidas después a programas especiales de la Voz de los EE.UU. ahora transformados en las llamadas Radio y TV Martí. Desde entonces y hasta hoy la CIA sigue financiando diarios, revistas y otras publicaciones y continúa pagando a académicos y periodistas.
Como resulta fácil comprobar la oposición de Washington a la Revolución Cubana se remonta a la etapa anterior al primero de enero de 1959. Desde esa fecha y hasta el día de hoy ha continuado solo para intensificarse y agregarle nuevos elementos agresivos con la Ley Torricelli, 1992, y con la Helms-Burton, 1996, hasta desbordar los límites de la insolencia imperialista con George W. Bush y sus planes que describen al detalle como intervendría en la vida cubana hasta dominarla completamente.
La estrategia imperialista ha incluido siempre junto a la guerra económica y la violencia terrorista que han causado daños materiales y sufrimientos humanos imposibles de cuantificar, la más colosal operación de mentiras y de ocultamiento de la verdad.
Para aplicar esa estrategia durante medio siglo EE.UU. ha gastado más recursos financieros que los destinados, durante el mismo período, para la llamada ayuda al desarrollo de América Latina, o los que ha empleado para proveer educación y servicios médicos a los norteamericanos pobres. De ese modo ha logrado engañar a millones y a hacerles creer que Cuba es algo que nada tiene que ver con lo que realmente ha sido y es.
La plutocracia dueña del poder en Washington se vale también de la llamada industria cultural y de los monopolios de la información, ambos bajo su control, para distorsionar la realidad, confundir y embrutecer. Lo hace en todo el mundo pero su víctima principal y más indefensa es el pueblo estadounidense. (Monthly Review ha sido una brillante excepción ofreciendo a sus lectores información veraz y análisis profundos de los principales problemas que han contribuido significativamente a educar y a estimular la lucha por un mundo mejor durante sesenta años).
Así consigue que muchos no conozcan que su gobierno, usando el dinero de los contribuyentes, durante cinco décadas, ha estado patrocinando el terrorismo contra Cuba y lo sigue haciendo todavía. Por eso confesos terroristas como Luis Posada Carriles, Orlando Bosch y muchos otros allá no tienen que esconderse, se les puede ver, paseando por las calles, en la televisión y en actos públicos donde se abrazan con políticos demócratas y republicanos.
Son muchos los que ignoran también que en prisiones de máxima seguridad tienen encerrados, en condiciones ominosas, a Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González, castigados porque sin armas, sin emplear la fuerza, penetraron a grupos terroristas que operan libremente en Miami para informar sus planes a Cuba contribuyendo a evitarlos y a salvar vidas. Informaciones muy sensibles recopiladas por ellos fueron transmitidas personalmente a la Casa Blanca por Gabriel García Márquez como el propio laureado con el Nobel reveló por escrito. Como consecuencia de la gestión de García Márquez, el presidente Clinton envió a La Habana en julio de 1998 a altos oficiales del FBI a quienes fue entregada información abundante y precisa sobre los planes criminales, incluyendo la ubicación exacta de los terroristas. A pesar de que tanto Clinton como el FBI habían prometido que actuarían con presteza, nada hicieron, jamás actuaron contra los malhechores ni se tomaron el trabajo de responder a Cuba.
En lo que sí mostraron rapidez fue al arrestar el 12 de septiembre de 1998 a los Cinco Héroes antes mencionados, quienes a riesgo de sus vidas habían suministrado las pruebas necesarias para que las autoridades norteamericanas cumplieran con su deber.
Estos hechos los conocen millones de personas en todo el mundo, la terrible injusticia cometida contra los cinco cubanos y el desvergonzado amparo de Bush a Posada y sus compinches ha sido condenado por gobiernos, parlamentos, intelectuales, sindicatos, partidos políticos y personalidades de todo el planeta pero apenas han sido mencionados en EE.UU..
En 1960 Wright Mills advirtió a los norteamericanos que la Revolución iniciada en Cuba era el inicio de un proceso más amplio que se extendería por América Latina y el Tercer Mundo.
Al celebrar su aniversario 50 efectivamente cualquiera puede darse cuenta de que nuestro continente vive una época nueva, por todas partes avanza la lucha de viejas y nuevas organizaciones sociales, se consolidan gobiernos progresistas, el dogma neoliberal se hunde en la bancarrota y la unidad de los pueblos latinoamericanos alcanza niveles superiores. Nada de eso pudiera existir si Fidel Castro y sus compañeros no hubieran triunfado el primer día de 1959. La historia finalmente les ha hecho justicia.

Publicado en la edición especial de MONTHLY REVIEW. Enero 2009 , Volume 60, Number 8. CUBA 1959-2009. A half-century of socialism. (Monthly Review es una r evista socialista independiente fundada en 1949 en New York, EE.UU.)

[1] Foreign Relations of the United Status, 1958 – 1960, Volume VI, Cuba, United States Government Printing Office, Washington 1991, p. 885
[2] Inspector General's Survey of the Cuban operation and associated documents, CIA historical review program release as sanitized 1997, p.3 - 4

Reflexiones del Compañero Fidel : "El undécimo presidente de Estados Unidos"


El pasado martes 20 de enero de 2009 asumió la jefatura del imperio Barack Obama como el Presidente número once de Estados Unidos, desde el triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959.
Nadie podría dudar de la sinceridad de sus palabras cuando afirma que convertirá a su país en modelo de libertad, respeto a los derechos humanos en el mundo y a la independencia de otros pueblos. Sin que esto, por supuesto, ofenda a casi nadie, excepto a los misántropos en cualquier rincón del planeta. Ya afirmó cómodamente que la cárcel y las torturas en la Base ilegal de Guantánamo cesarían de inmediato, lo cual comienza a sembrar dudas a los que rinden culto al terror como instrumento irrenunciable de la política exterior de su país.
El rostro inteligente y noble del primer presidente negro de Estados Unidos desde su fundación hace dos y un tercio de siglos como república independiente, se había autotransformado bajo la inspiración de Abraham Lincoln y Martin Luther King, hasta convertirse en símbolo viviente del sueño americano.
Sin embargo, a pesar de todas las pruebas soportadas, Obama no ha pasado por la principal de todas. ¿Qué hará pronto cuando el inmenso poder que ha tomado en sus manos sea absolutamente inútil para superar las insolubles contradicciones antagónicas del sistema?
He reducido las Reflexiones tal como me había propuesto para el presente año, a fin de no interferir ni estorbar a los compañeros del Partido y el Estado en las decisiones constantes que deben tomar frente a dificultades objetivas derivadas de la crisis económica mundial. Yo estoy bien, pero insisto, ninguno de ellos debe sentirse comprometido por mis eventuales Reflexiones, mi gravedad o mi muerte.
Reviso los discursos y materiales elaborados por mí a lo largo de más de medio siglo.
He tenido el raro privilegio de observar los acontecimientos durante tanto tiempo. Recibo información y medito sosegadamente sobre los acontecimientos. Espero no disfrutar de tal privilegio dentro de cuatro años, cuando el primer período presidencial de Obama haya concluido.
Fidel Castro Ruz
22 de enero de 2009

SOLIDARIDAD CON PALESTINA

DECLARACIÓN PÚBLICA
FEDERACIÓN PALESTINA DE CHILE DENUNCIA MASACRE EN GAZA

Cuando los gobiernos mundiales miran, una vez más, de forma pasiva y cómplice, como el estado de Israel está desarrollando una nueva masacre en Gaza, violando el derecho internacional y humanitario; y desarrollando una nueva faceta de su histórica y permanente política de exterminio físico y político del pueblo palestino, los chilenos de origen palestino, indignados por tanta injusticia y cansados de tanta hipocresía mundial que nuevamente pretende instalar la idea del empate entre agresor y agredido, venimos a declarar públicamente lo siguiente:

Considerando:

· Que la causa de toda la violencia en medio oriente es la ocupación israelí de los territorios palestinos y la política de exterminio físico y político del pueblo palestino que acompaña la ocupación.
· Que dicha ocupación lleva más de 40 años sin que la comunidad internacional haya jamás desarrollado acciones concretas para aislar de la misma a la potencia ocupante.
· Que durante dicha ocupación se han violado sistemática y permanentemente todos y cada uno de los derechos humanos de los palestinos, el derecho internacional, el derecho humanitario y los valores universales que occidente dice defender.
· Que el resultado de la actual ofensiva ya suma más de 300 palestinos muertos y miles de heridos, incluidos niños y ancianos, cientos de heridos y toda la infraestructura de seguridad publica, salud y comunicaciones, destruidas, además de los edificios y casas civiles dañadas.

Declaramos:

1. Condenamos enérgicamente estos nuevos crímenes contra la humanidad que Israel, una vez más, lleva a cabo en la más completa impunidad. Estas acciones son solamente comparables con los crímenes de lesa humanidad, que otrora cometiera el ejercito nazi y las fuerzas de orden y seguridad del Apartheid Sudafricano contra civiles inocentes en diversas partes del mundo.
2. Deploramos los ataques indiscriminados a civiles inocentes, así como los castigos colectivos aplicados por Israel en contra de la población civil, como la destrucción de casas y edificios, así como de toda la infraestructura básica de sustento de la población civil.
3. Demandamos a la comunidad internacional presionar a Israel para detener las acciones militares y poner fin al cerco israelí a Gaza que se mantiene ya por más de un año, sometiendo a la población civil a una crisis humanitaria de proporciones jamás antes vista y que es la causa primera de la situación actual en Gaza.
4. Llamamos a los hombres y mujeres de buena voluntad, a los partidos políticos, a las organizaciones de masas y, en especial a los judíos antisionistas del mundo, a romper el silencio y denunciar en todas partes esta nueva masacre, dando a conocer el desprecio de Israel por los derechos humanos y el derecho internacional y a desarrollar acciones concretas de solidaridad con el pueblo palestino y de rechazo a la política de exterminio israelí.
5. Llamamos también a los países del mundo, a abandonar su silencio cómplice, a poner término a la cooperación con la potencia ocupante y a desarrollar acciones concretas para detener a Israel y aislarlo de la comunidad internacional hasta que no someta sus actuaciones al derecho internacional y humanitario y observe adecuadamente el respeto a los derechos humanos en Palestina Ocupada.
6. Saludamos, al Gobierno de Chile y muy especialmente a nuestra presidenta, Dra. Michelle Bachelet, por la firme y clara posición del gobierno chileno ante este crimen de lesa humanidad e insistimos en la necesidad de revisar el estado actual de las relaciones diplomáticas entre Chile y el estado de Israel, ya que consideramos que nuestro país, sobretodo en atención a su historia reciente, no puede avalar, mediante el reconocimiento internacional ni mediante el desarrollo de relaciones diplomáticas, a potencias ocupantes que han mostrado, durante toda su existencia, un total desprecio por el derecho internacional y por los derechos humanos.


FEDERACIÓN PALESTINA DE CHILE

CARTA DE RENE, DESDE LA CARCEL DE FLORIDA











21/1/09

LES ESPERAMOS , RECUERDEN
DOMINGO 25 ENERO, 10 AM
PLAZA ITALIA
BUSTO A JOSE MARTI
VUESTRA PRESENCIA ES MUY IMPORTANTE PARA NOSOTROS
FRATERNALES SALUDOS

18/1/09

156 NATALICIO DE JOSE MARTI


156 NATALICIO DE JOSE MARTI

Eterno vivo es para nosotros José Martí

Anticlerical como sabemos que fue José Martí en una época en que todavía, por obra del llamado Patronato Regio, la Iglesia Católica estuvo al servicio incondicional de la Corona de España, igualmente sabemos que su anticlericalismo no fue el del ateo sino el del cristiano escandalizado por la historia de la Iglesia (véanse en el tomo 19 de sus Obras completas las páginas 391-392), jamás negador de la tradición ético-religiosa del presbítero José Agustín Caballero, del Padre Félix Varela y de José de la Luz, a quien llamó “el padre, el silencioso fundador”, el Maestro de El Salvador, que tanto admiró y a quien tanto debió.
No menos profundos fueron sus vínculos con la catolicidad de los Siglos de Oro españoles: con la España de Santa Teresa, “que fue quien dijo que el diablo era el que no sabía amar”, y sobre cuyas afinidades estilísticas con Martí escribió Juan Marinello un memorable ensayo; la España de Quevedo, “que ahondó tanto en lo que venía, que los que hoy vivimos, con su lengua hablamos”; la España de Calderón, “gran meditabundo, gran esperador, gran triste”, único parigual, a su juicio, de Shakespeare, junto a Esquilo, Schiler y Goethe; la España de Velásquez, que “creó de nuevo los hombres olvidados”, y de Goya, a quien consideró “uno de sus maestros”, anticipadores ambos del en su tiempo incomprendido impresionismo francés; la España, en fin, de Cervantes: “aquel temprano amigo del hombre que vivió en tiempos aciagos para la libertad y el decoro, y con la dulce tristeza del genio prefirió la vida entre los humildes al adelanto cortesano y es a la vez deleite de las letras y uno de los caracteres más bellos de la historia”.
En su primer destierro de revolucionario que entregaría la vida para liberar a su pueblo del yugo colonial, reencontró al “sobrio y espiritual pueblo de España” que había conocido en el hogar habanero de sus padres, valenciano él, canaria ella; tuvo un lugar en su corazón para los comuneros de Castilla y Aragón, “franco, fiero, fiel, sin saña”, reconoció “el ente misterioso de la raza y el espíritu perdurable de la lengua”. Es ese “ente” y ese “espíritu”, renacidos a nueva luz bajo los cielos de México, Guatemala y Venezuela, los que nos convocan hoy para adentrarnos, no solo en las anticipaciones o premoniciones de su genio verbal, sino en las lecciones más altas que con ese genio y con su vida supo darnos.
Como poeta “en versos” (ya que más aún, como él quería, lo fue “en actos”) Martí descubrió antes que todos la verdadera “musa nueva” de una modernidad florecida a partir de la raíz hispánica, en Ismaelillo (1881); descubrió el verbo desnudo, visionario y “protoplasmático”, anterior a la escisión de verso y prosa, como observó Unamuno, antes que el propio Unamuno de El Cristo de Velásquez, y descubrió, antes que Antonio Machado, el uso del acento popular para la expresión alta de una concepción del mundo que vibra con todas las cuerdas del alma, y las armoniza, en Versos sencillos. Sus contemporáneos sucesivos son, después de Rubén Darío –al que llamó “hijo” y que a él lo llamó “maestro”–, Gabriela Mistral, César Vallejo y José Lezama Lima, que en 1960 dijo que es él, Martí, quien nos acompaña en esta última era, “la era de la posibilidad infinita”.
Como periodista, Martí le injertó al periódico, antes que la generación del 98, la savia del ensayo, según es evidente en “Emerson”, “Darwin ha muerto” y, cenitalmente, “Nuestra América”. Abrió el compás de la crónica y el reportaje hasta dimensiones pictóricas, muralistas o de un detallismo sorprendente, e incluso pre-cinematográficas por las amplitudes panorámicas, los súbitos close-ups y el contrapunto de los tiempos. Véanse como ejemplos, entre muchos, la última crónica sobre los anarquistas de Chicago, en que su horizonte ideológico da un giro importante, y “El terremoto de Charleston”, en que asistimos, como banda sonora, al nacimiento de un “spiritual” desde la desolación y la catástrofe. No ha aparecido todavía el relevo de Martí en el periodismo hispanoamericano.
Como crítico; se adelantó más de medio siglo a la crítica llamada de participación, que propuso Leo Spitzer en su libro Lingüística e historia literaria (1955). Totalmente al margen de la crítica normativa y preceptiva, que se practicaba en su tiempo junto con la caprichosa o denigrante, Martí –observé desde 1976– se sitúa intuitivamente “dentro de la obra”, en su centro cordial, y desde allí descubre “las leyes que la rigen”, que es lo mismo que pediría Spitzer. Dos ejemplos: “El poeta Walt Whitman”, también crónica ensayística, que instaló al gran rapsoda norteamericano en nuestra lengua, y “Nueva exhibición de los pintores impresionistas”, con una comprensión artística y social de aquella escuela que no ha sido superada.
Desde el memorable estudio de Enrique Anderson Imbert en 1953, y especialmente durante la última década del siglo XX, ha crecido el interés de la crítica hacia Amistad funesta o Lucía Jerez, escrita por encargo de una amiga, Adelaida Baralt, en siete días, y calificada por el propio Martí de “noveluca”. Paradigma de novela modernista, hoy nos parece, además, que esas encantadoras páginas con la apariencia incluso de una “novela rosa”, transparenta verdaderos abismos del alma femenina y acaban siendo, junto con el retrato magistral de una endemoniada por la obsesión de los celos, la mayor incursión de Martí en el lado oscuro de la vida.
En otra obrita más ocasional aún, el drama indio Patria y libertad, escrito para una representación escolar sobre la independencia de Guatemala, puede hallarse la anticipación de un cristianismo revolucionario que en nuestros días se ha manifestado como Teología de la Liberación. Véase en la escena II del Acto Segundo la confrontación del indio Martino con el Padre Antonio. La primera intuición de estas ideas se halla en la identificación de Cristo con el desvalido y sufriente, según la versión del Juicio Final de Mateo 25, ante la imagen del torturado anciano Nicolás del Castillo, en el presidio político.
Con sus cuentos, versos, semblanzas y evocaciones, como jugando, La Edad de Oro quería ser, nada menos, una narración pedagógica del mundo y una invitación a mejorarlo. El enlazamiento de ternura, ética, historia, imaginación y ciencia en que consiste su argumento, con ser tan precioso, no sería el milagro que es si no fuera por la gracia de la forma, a la vez conversacional y escrita de modo indeleble. Desde “Los tres héroes” (Bolívar, siempre el primero) hasta “Un paseo por la tierra de los anamitas”, el universo se abre para el niño y el adolescente como la granada de la sabiduría. En cada grano distinto brilla la unidad del hombre. La fantasía ilustra a la historia. Pilar se despoja de “los zapaticos de rosa”; todo es lámina y lección; El Padre Las Casas contempla desolado “Las ruinas indias”; los pueblos reunidos en la Exposición de París echan a andar como en un desfile, cada uno con su rostro único, hacia la coralidad unitiva del amor. Esta es, definitivamente, la pedagogía de la libertad americana.
Mucho más habría que decir, y mucho seguramente será dicho en este Coloquio, de la insólita, perenne contemporaneidad de los discursos fundadores de Martí.; o de su prodigioso epistolario, poliédrico como las imágenes de sus destinatarios, y dirigido siempre, en secreto entrañable, a cada uno de nosotros; o de sus Diarios finales, como dijera Lezama, “uno de los más misteriosos sonidos de palabra que están en nuestro idioma”. O de tantas sorpresas que guarda siempre su polifacética obra.
Hace dos milenios, el que había ofrecido la mayor de las bienaventuranzas a “los que padecen persecución por causa de la justicia”, no tuvo a mal que María Magdalena derramara sobre sus pies “una libra de ungüento de nardo puro”, y, rechazando la hipócrita protesta de Judas Iscariote, dijo: “Dejadla que lo emplee para honrar de antemano el día de mi sepultura” (Juan, 12, 1-9). También Martí quiso honrar el día de su sepultura con el poema titulado “Muerto”, que publicó en la Revista Universal, de México, en el período más anticlerical de su vida, el 25 de marzo de 1875, próxima ya la Semana Santa de aquel año; poema en el que leemos:
¿Quién sabe cuándo ha sido?
¿Quién piensa que él ha muerto?
¡Desde que aquel cadáver ha vivido,El Universo todo está despierto!
Y desde que a la luz de aquella frente
Su seno abrió la madre galilea,
Cadáver no hay que bajo el sol no aliente
Y eterno vivo en el sepulcro sea!
Eterno vivo es para nosotros José Martí.
Por Cintio Vitier
(Palabras en la inauguración del Coloquio “José Martí y las letras hispánicas”, Centro de Estudios Martianos, 16 de mayo de 2007)

156 NATALICIO DE JOSE MARTI

Brazos de hermano se ha de tender a los hombres activos y sinceros, que son la única crítica eficaz y la única honrosa en las sociedades que padecen de escasez de verdad y de energía."
Obras completas,
tomo 5, pág. 57 Patria, 17 de noviembre de 1894

14/1/09

156 NATALICIO DE JOSE MARTI



156 NATALICIO DE JOSE MARTI

Cómo era ...

Alrededor de la figura de Martí, como ocurre con todos los grandes hombres, se ha tejido un sinnúmero de leyendas. Leyendas que, por serlo, resultan difíciles de destruir y acaban por arraigarse en la mente popular a fuerza de ser constantemente repetidas
Entre los errores más comunes en torno del Apóstol de nuestras libertades acaso el mayor se refiere precisamente a la configuración física que de él se han forjado sus compatriotas. A ello han contribuido, naturalmente y en modo decisivo, los retratos y obras escultóricas relativos a su persona realizados sin una cuidadosa o exacta documentación o también porque el artista tiende siempre a exaltar o a simbolizar el personaje escogido y no a reproducir su efigie como una fotografía. E igualmente porque un fenómeno psicológico nos lleva inconscientemente a imaginarnos siempre al grande hombre como de elevada estatura.
Martí, sin embargo, no era alto, sino por el contrario de estatura normal, de unos cinco pies y medio. Delgado, de muchacho y de adolescente, ligeramente más grueso en la treintena, ni siquiera en sus últimos años, según datos recogidos entre personas que le conocieron, nunca llegó a pesar más de unas 130 a 140 libras. Su aspecto exterior, puede decirse que era el del tipo promedio de criollo, parecido en su delgadez y poca estatura a muchos de los tabaqueros emigrados a Tampa y Cayo Hueso, que tanto le amaron y que contribuyeron a manos llenas a la causa de la revolución.
Esto puede comprobarse haciendo un acucioso estudio de sus retratos o mostrándole a cualquier sastre las medidas que le tomó para un traje Miguel Ignacio Almonte, en 1895, en Montecristi, pocos días antes de partir con Máximo Gómez para Cuba, y que han sido dadas a conocer por el historiador dominicano Emilio Rodríguez Demorizi.
Martí era de vestir modesto, pero pulcro. Su traje y su corbata eran negros, en símbolo de luto por ser Cuba esclava. Usó también un anillo de hierro -que no ha sido hallado-, hecho de un pedazo de la cadena que llevó cuando era el preso 113, en que estaba grabada la palabra "Cuba".
No era la cabeza de Martí tan grande ni tenía la forma que le han dado Sicre y otros escultores en sus obras, sin duda para simbolizar mejor el pensamiento genial del Apóstol. Aunque su frente sí era notablemente alta y despejada, destacábase más su sello de marcada personalidad a medida que con los años el cabello negro iba clareando en las sienes.
Sus cejas eran pobladas, grueso el bigote, y más bien fina la mosca que adornaba el mentón firme. Firmeza revelaba también la nariz recta, mientras que sus orejas se encontraban separadas de la cara algo más de lo natural, según sus propias declaraciones a Fermín Valdés Domínguez, por los tirones que le dieron sus maestros, cuando niño, en una escuelita de barrio de La Habana.
Sobre el color de los ojos de Martí siempre ha existido mucha confusión, creyéndose generalmente que fueron negros. Eran pardos, "glaucos", según el pintor Federico Edelmann, color que tiene los tonos cambiantes de las olas, desde el oscuro hasta lo claro, en una sensación variable de pardo a verdemar. Y eran almendrados, algo achinados o árabes, más bien melancólicos y dulces, pero relampagueantes o coléricos cuando acusaba desde la tribuna a la España colonial de sus desmanes en Cuba. Y en su mirada, después de su verbo, residía acaso el mayor magnetismo de Martí, porque era ella la que atraía enseguida a las personas hasta llegar casi a hechizarlas.
En el hablar suave, nunca estridente, persuasivo más que agresivo, en sus discursos revolucionarios, su palabra llegaba, sin embargo, a romper el aire como tajo de machete. Y es que a medida que hablaba su figura se agigantaba, parecía estar en "trance", y entonces su voz, según personas que le oyeron, se volvía progresivamente más fuerte y vibrante. Iniciaba sus discursos con voz lenta, poco perceptible, aumentando en volumen hasta alcanzar un acento evangélico, rebosante de honda sinceridad. Era entonces cuando electrizaba al público.
Las manos de Martí, como de hombre magro, intelectual y artista, eran finas y afiladas. Manos, según los quirománticos, de hombre amante de todos los dogmas filosóficos que pregonan la justicia y la libertad, la dignidad y el decoro del hombre. Mano de místico, de mártir y de redentor.
Inquieto y nervioso, Martí era de rápido andar. En Nueva York, subía las escaleras de su oficina en Front Street y las de los ferrocarriles elevados casi corriendo. Sin duda, la mejor descripción general de su persona y carácter es la que hiciera Enrique Collazo como sigue: "Era pequeño de cuerpo, delgado; tenía en su ser encarnado el movimiento; grande y vario su talento, veía pronto y alcanzaba mucho su cerebro; fino por temperamento, luchador inteligente y tenaz que había viajado mucho, conocía el mundo y sus hombres; siendo excesivamente irascible y absolutista, dominaba siempre su carácter, convirtiéndose en un hombre amable, cariñoso, atento, dispuesto siempre a sufrir por los demás; apoyo del débil, maestro del ignorante, protector y padre cariñoso de los que sufrían; aristócrata por sus gustos, hábitos y costumbres, llevó su democracia hasta el límite. Era muy nervioso, un hombre ardilla; quería andar tan de prisa como su pensamiento, lo que no era posible. Subía y bajaba las escaleras, como quien no tiene pulmones. Vivía errante, sin casa, sin baúl y sin ropas; dormía en el hotel más cercano de donde le cogía la noche o el sueño; comía donde fuera mejor y más barato, ordenaba una comida admirablemente y sin embargo comía poco; días enteros se pasaba con vino Mariani; quería agradar a todos y tenía la manía de hacer conversiones, así es que no le faltaban desengaños. Era un hombre de un gran corazón, que necesitaba un rincón donde querer y ser querido. Tratándole se le cobraba cariño a pesar de ser extraordinariamente absorbente."
Martí, en efecto, con ser respetuoso de las opiniones de los demás, estaba convencido de sus doctrinas e ideales, defendiéndolos con calor y apasionamiento. No cejaba en la ruta que se había impuesto y sabía mantener sus convicciones con tesonero, valiente y hasta arrogante gesto. Lo probó frente a la España colonial, en el presidio político, en el mismo Madrid, en todos los momentos, cuando la famosa entrevista con Máximo Gómez y Antonio Maceo en Nueva York, en 1884, al negarse altivamente a unirse a los planes bélicos de los dos grandes soldados de la guerra del 68 por entender que ellos pretendían convertir a Cuba en "un campamento" ; y, por último, en la borrascosa conferencia con el propio Maceo en La Mejorana, y en muchas ocasiones más.
De su valor personal, del cual nunca hizo jactanciosa gala, nos ha referido varias interesantes anécdotas el patriota Alberto Plochet, siendo una de las más reveladoras un incidente con Antonio Zambrana en una magna asamblea en Tammany Hall en Nueva York, Zambrana criticó a Martí duramente por no apoyar el plan Gómez-Maceo, y acabó por acusar a los que no secundaron el movimiento de miedosos y merecedores de usar sayas en vez de pantalones. Martí, con el bombín fuertemente agarrado entre las manos, pidió airado la palabra. Al concedérsele, habló poco, muy poco, pero terminó, mirando fijamente a su denostador : "Y tenga usted entendido que no solamente no puedo usar sayas, sino que soy tan hombre que no quepo en los calzones que llevo puestos". Zambrana se abalanzó sobre Martí, quien sin moverse añadió: "Y esto que le digo se lo puedo probar cómo y cuándo guste, y si es ahora mismo, mejor". La rápida intervención de Maceo y Crombet, que estaban presentes, evitó que Martí agrediera a Zambrana.
En éste, como en otros casos Martí actuó sin jactancia, pero él, pese a que nos lo quieren pintar algunos, con gran perjuicio por cierto para su figura, como manso y humilde, sabía siempre responder a cuanto agravio, directo o velado, se le hacía. Ejemplo elocuente de ello es el final de su serena respuesta a la ofensiva carta que le mandara Enrique Collazo y en la que le dice, en reto, que "no habrá que esperar la manigua, señor Collazo, para darnos las manos; sino que tendré vivo placer en recibir de usted una visita inmediata, en el plazo y país que a usted le parezcan convenientes". Por mediación de prominentes emigrados de Tampa y Cayo Hueso el duelo no llegó a efectuarse, y años después el propio Collazo fue el primero, como ya hemos visto, en reconocer la injusticia de sus acusaciones contra Martí.Pero, volviendo a detalles más Íntimos de la vida de Martí, conviene señalar que era frugal en la mesa, aunque le agradaba el buen comer y lo hacía con gusto. Conocía los misterios de todos los platos famosos del mundo como el mejor de los cocineros. Sabía catar los vinos, y gustaba de saborear una buena copa de Tokay, aunque su bebida predilecta era el vino Mariani, el reconstituyente de moda en aquella época.
A este respecto, Martí, en sus apuntes sobre su viaje a Guatemala en 1877, hace la siguiente interesante afirmación:
En mí, la privación de la pulcritud interrumpe seriamente la vida. Hecho a la pobreza, no vivo sin sus modestas elegancias,--y sin limpio mantel y alegre vista, y cordial plática,-váyanse de mí, y no norabuena -los guisados más apetitosos. Como es una función, nunca un placer, fuerza es amenizarla, para hacerla llevadera; y disfrazar con limpias bellezas su fealdad natural.Si bien es cierto que se dice que Martí fumó una que otra vez, y que escribió sobre el tabaco, sin embargo no era fumador en el verdadero sentido de la palabra. Dato curioso cuando se piensa que sus mejores auxiliares y hermanos en la lucha por la independencia de Cuba fueron precisamente los tabaqueros.
De trato encantador con las damas, entre las que contaba con grandes simpatías y afectos por sus modales caballerescos, amenizaba sus charlas con ellas con reseñas plenas de colorido sobre arte, en especial de música, que lo emocionaba profundamente, de pintura, de la cual era un gran conocedor y amante, o de teatro, que siempre fue una de sus aficiones predilectas desde niño. Y, en más de una ocasión, obsequiaba a sus gentiles oyentes con una taza de sabroso chocolate humeante, preparado con sus propias manos.
Su amor por los niños es sobradamente conocido. Tenía "alma de niño" y de ello son prueba sus bellos trabajos en la revista infantil "La Edad de Oro", pero lo que más le gustaba era contarles a los niños las maravillas de la naturaleza, llevarlos a estudiar plantas, flores, aves e insectos. enseñarles las bellezas de la tierra, para que las entendieran y amaran mejor.
Trabajador infatigable, escribía diez o más cartas, varios manifiestos revolucionarios, artículos para Patria, correspondencias para diarios sudamericanos, versos, todo en un solo día. Y aún le quedaba tiempo para llevar a sus libros de apuntes alguna nota intima o curiosa.
Dormía poco y con inquietud. Cuando los pensamientos se agolpaban a su cerebro en los días angustiosos en que preparaba la última guerra de independencia, pocas eran sus horas de descanso. Sentía como "hojas en la tormenta", sus "cejas rozando la almohada", y cuando conciliaba por fin el sueño, se agitaba de lado a lado de la cama, hablando en voz alta, como en acceso de fiebre.Frágil de cuerpo, precario de salud, con una dolorosa herida inguinal, causada por la cadena de presidiario, herida que llevó con estoicismo desde la adolescencia hasta la muerte en Dos Ríos, cuando llega la hora de impulsar el pequeño bote que ha de llevarlo a la costa cubana se disputa con sus compañeros el derecho de remar. Y rema con fuerza sorprendente para aquellas manos fina;, para aquella mano que moviera una de las plumas más brillantes del nuevo continente.
Y cuando pisa suelo cubano, se abre camino entre espinales, pedregales, vadea ríos, escala ásperas laderas con la pesada carga, le quiere quitar al viejo Gómez la suya; llena de admiración a todos por su indomable espíritu, que le hace olvidar su endeble estructura física; deja atónitos a los curtidos soldados mambises, que nunca le creyeron capaz de resistir los duros rigores de la manigua. Comparte con ellos su rancho, sus vicisitudes, sin una queja, alegremente, y cuando le llega la hora, "su hora", de supremo sacrificio va hacia él conscientemente, sin miedo, con una sonrisa a flor de labios.
Tal era Martí, hombre ante todo; pero hombre en el más alto sentido; y humano también en el más elevado grado de lo que debe ser el mejor concepto de humanidad.