16/5/08

Marta Rojas en sus 80

Marta Rojas cumple mañana 80 años envuelta en recuerdos que la visitan con la fuerza de un huracán, el cuartel Moncada, los primeros años de la Revolución, la selva vietnamita. Siempre acompañada de su bloc de notas para reflejar todo lo que perciben sus ojos y de una imaginación que le ha permitido escribir cinco novelas (El columpio de Rey Spencer, Santa Lujuria, El harén de Oviedo, Inglesa por un año y El viaje), y recrear nuevos finales para cada acontecimiento de su vida marcada por el optimismo, esa virtud que parece dibujarle su rostro con el secreto de la eterna juventud.

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Foto :En la comparecencia de Fidel ante la TV el 17 de diciembre de 1959.

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¿Cómo recuerda la Marta de hoy a la Marta niña?
"Desde pequeña siempre fui muy activa. Me gustaba tirarme en patines de las lomas de Santiago de Cuba. Mi familia no tenía problemas económicos acuciantes y viví una infancia muy feliz. Mi papá, santiaguero, era sastre y mis tías casi todas modistas. Mi mamá, costurera de alta costura, nació en Matanzas. Aprendí a leer con los titulares de los periódicos. Pero de todas maneras me mandaron a una escuela de una maestra retirada, de ahí pasé a la escuela anexa a la Normal, que era pública pero con un alto nivel profesional. Cada aula con una profesora de experiencia. Allí estudió también el poeta César López. No estábamos en la misma clase, pero yo lo conocía. En un principio quise estudiar Medicina. Pero ya en primero o segundo año del Instituto se me fue quitando el embullo, ya que disfrutaba mucho leer y escribir composiciones escolares."

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¿Cómo entraste al periodismo?
"Escuchando la radio una tarde dieron la noticia de que en La Habana había una Escuela de Periodismo cuya matrícula costaba 6 pesos y le dije a mis padres que iba para allá. Hice las pruebas y aprobé, pero nunca fui una alumna eminente. Me gustaba mucho vivir, ver las cosas . Aunque tuviera un examen al otro día, iba a bailar. Hice prácticas en el Canal 4 de la Televisión en Masón y San Miguel. Pero no me gustaba la televisión, sino escribir.
"Cerca de mi casa en Santiago vivía un fotógrafo que se llamaba Panchito Cano, él fungía como corresponsal de Bohemia. Hacía reportajes gráficos y yo me ocupaba de redactarle los pies de grabado en las vacaciones. Ese fue mi primer vínculo con la revista Bohemia, donde estuve desde el 53 hasta el 63, etapa que me hizo ser testigo del asalto al cuartel Moncada y del juicio a los revolucionarios."

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¿Podrías abundar acerca de tu relación con ese episodio?
"La noche antes del asalto al cuartel Moncada estaba con mis amigos en los carnavales de Santiago donde se esperaba la confrontación de las comparsas de los Hoyos y el Tívoli. Pero se marchan todos por la madrugada y todavía no han ‘chocado’ las dos rivales. Y me quedo con Panchito. Cerca de las cinco de la mañana comienzan a sonar lo que yo creía eran los fuegos artificiales; resultaron disparos. Entonces le dije: ‘Pues, vamos a hacer el reportaje de los tiros’. Otros periodistas nos informan que las descargas venían del Moncada, que se estaban fajando unos soldados con otros, lo cual tenía cierta lógica aparente, pues los revolucionarios estaban vestidos con trajes de soldados. Ya en el Moncada, Panchito, que atesoraba una vasta experiencia, conocía que los guardias podían arrancarles las fotografías que había tirado y me pide los rollos de los carnavales y me entrega los del ataque.
"Al poco rato los militares ordenan a los fotógrafos que arrojen todas las fotos sobre una valija. Pero yo ya guardaba en un bolsillo de la saya aquellas que resultaron gráficas históricas. La tarde se notaba bastante nublada, densa, y el sol apagado, una tarde triste. De ahí fuimos a su estudio, pero antes pasamos por el de Senén Carabia, quien fotografiaba a los soldados del regimiento, y le entregó las fotos de los militares muertos. Y él no pudo identificar a un sargento que resultó ser José Luis Tasende aún con vida.
"Reveló las fotos y me dio los negativos con el dinero para que viajara a La Habana y se los entregara a Miguel Ángel Quevedo, director de Bohemia, o a Enrique de la Osa. Partí en el primer vuelo al día siguiente. Cuando Quevedo vio aquello, cerró rápidamente la puerta de su oficina. Yo me puse a escribir mi reportaje con la emoción de quien tiene en la mano algo muy importante. Luego me indicó que las fotos se van a publicar, pero el reportaje no porque van a enviar una información oficial del ejército. Me mandó a regresar a Santiago de Cuba para que no levantara sospechas.
"Durante varios meses me dediqué a visitar los lugares relacionados con los hechos para ampliar el reportaje y publicarlo en Bohemia cuando se levantara la censura. Yo quería participar en el juicio del Moncada y hablo con el presidente del tribunal. A los pocos días veo mi nombre en la lista de los periodistas como corresponsal de Bohemia, cuando aún no lo era.
"Una noche salí con mis amigos y en la esquina de San Felix había un semáforo. Caminábamos hacia un restaurante que quedaba enfrente para tomarnos un refresco. En eso ponen la luz roja y frena un yipi del ejército, en el que estaba Alberto Río Chaviano, jefe del regimiento.

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"¿Tú no eres la muchachita que andaba con Panchito en los carnavales?, me interroga de forma irónica con la mirada fija en mi rostro. Al decirle que sí, me preguntó por mi colega y le respondí que no lo había visto. Si él te llama, me avisas, porque ese hijo de p... lo que me hizo fue tremendo.
"El 1ro. de enero Quevedo me llama para darme la alegría de que ya mi reportaje se puede publicar porque Fidel está entrando en Santiago. Posteriormente le cambié el título a mi trabajo sobre el juicio del Moncada. Le había puesto La Generación del Centenario en el juicio del Moncada. Así lo leyó Carpentier. Por ese tiempo él se dedicaba a buscar información para escribir La consagración de la Primavera. Y le faltaba esa época."


¿Fidel? ¿Cómo te encuentras con él? ¿Cómo valoras esa cercanía?
"Yo asistí a todas las sesiones del juicio oral por los sucesos del Moncada, iniciado el 21 de septiembre, e incluso, a la que se celebró en la Sala de Enfermeras del hospital Saturnino Lora, donde Fidel fue juzgado el 16 de octubre, momento en que el pronunció su histórica defensa conocida con el nombre de La Historia me Absolverá. Desde que lo vi entrar a la Sala de Audiencia protestando porque a un acusado no se le podía llevar esposado, me percaté de su dimensión histórica, se convertía, en minutos de acusado en acusador. También intuí su proyección de futuro. Un hombre que imantaba hasta a los soldados que lo custodiaban en el tribunal. A mi me pareció, al verlo a él y a sus compañeros, que estaba viendo a los mambises, y eso le conté a todo el que me preguntaba sobre ese día, empezando por mi familia.
"Recuerdo que en una conferencia de prensa al triunfo de la Revolución unos periodistas norteamericanos le preguntan a Fidel cómo había sido el comportamiento de los moncadistas en el juicio. Él me llama para que les explique ese suceso y me cede el asiento que él ocupaba en aquella comparecencia. De más está decir que es para mí un orgullo ser coetánea de un ser semejante."
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Foto :Con guerrilleros del FLN de Vietnam del Sur en la selva de Tay Minh (1965), cuando se desempeñaba como corresponsal de guerra.
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¿Y la guerra de Vietnam?
"En una ocasión le dije a Melba Hernández que yo quería ir a Vietnam para escribir directamente sobre lo que sucedía allí. Los vietnamitas habían aceptado que fuera un periodista del periódico Revolución y uno de Hoy, por este último fue Raúl Valdés Vivó. Al llegar a Pekín tomamos un tren hasta la frontera con Vietnam. Y una noche viajando por la carretera bajo un fuerte aguacero, se para el carro, se abren las puertas y salen del monte unos guerrilleros con trajes negros y sombreros camuflados. Y nos llevan para la selva. Al segundo día ya empezamos a ver y escuchar el sonido de los aviones B-52, F-100, F-105.
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"Una vez, estando dentro de un túnel oímos la noticia por una radio estadounidense de que el Che había abandonado Cuba, que Fidel había leído su carta de despedida, que habían desaparecido los periódicos Hoy y Revolución y se había fundado un nuevo periódico con el nombre de Granma. Entonces los guerrilleros llamaron por Radio Liberación a Hanoi y nos facilitaron la información exacta. La fundación de Granma me sorprendió en la jungla de Vietnam del Sur. Raúl Valdés Vivó me dijo en broma: ‘Tú saliste por Revolución y yo por Hoy y ahora resulta que estamos cesantes"’.
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¿Qué sentías cuando se acercaban los aviones?
"En una ocasión fuimos a ver al batallón Playa Girón, una de las brigadas insignes del ejército vietnamita. Los soldados estadounidenses estaban a dos kilómetros de allí. Pero a lo que más yo le tenía respeto era a los refugios. De pronto los vietnamitas me empujaron a un refugio porque se aproximaban unos aviones que volaban más bajo que los B-52. Ya dentro sentí que unos bichos me empezaron a caminar por la nuca; me olvidé del bombardeo y salí precipitadamente, lo cual provocó que un guerrillero se me tirara encima para protegerme. Eso me sucedió dos veces. En otra una hoja me pasó por la cara y me quemó. Parece que tenía gases tóxicos."
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¿Cómo fue el encuentro con Ho Chi Minh?
"La entrevista sucedió un día entre el 10 y 12 de julio del 69 a las seis de la mañana en el Palacio Central, en Hanoi. Al entrar al recinto veo una figura vestida completamente de blanco, en sandalias y con una bata de seda. Era Ho Chi Minh. Durante el transcurso de la conversación me comenta que aprendió español en un barco cuando navegaba por el Caribe. En su juventud él fue pinche de cocina de un buque francés. Me recordó hasta cierto punto a Fidel, porque él fue quien empezó a hacerme preguntas durante casi 30 minutos. También me dijo que le gustaba mucho el cine y las películas de Charles Chaplin¼ Inmediatamente viajé a París y envié la entrevista para Granma desde la oficina de Prensa Latina. Un día la hija de Charles Chaplin, Geraldine Chaplin fue a Granma, donde le relaté la historia del diálogo con Ho Chi Minh y de su admiración por las películas de Chaplin. Geraldine me contó que una vez, cuando su papá viajaba en un barco, un joven vietnamita le pidió un autógrafo. Y a él le dio gracia aquello; bajó a la cocina y comenzó a hablar con el joven. Y cuando con el paso del tiempo ve que aquel joven era Ho Chi Minh, empiezan a establecer una comunicación que los llevó a convertirse en íntimos amigos."
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¿Cómo se forjó tu amistad con Alejo Carpentier?
"Me encuentro con Alejo en un hotel de Vietnam que ahora se llama Continental, donde se reunían los periodistas que salían al norte a buscar noticias. Allí me preguntó si mi libro sobre el juicio del Moncada no lo iban a publicar de nuevo y al decirle que sí, me prometió que iba a escribir el prólogo y lo hizo, proporcionándome una de las satisfacciones más grandes en la vida profesional."
Marta siempre ha sido una cazadora de noticias ¿Cómo ves el asunto en la Cuba de hoy?
"Tengo la impresión que se ha perdido un poco el hábito de la búsqueda de la noticia y se ha caído en el facilismo. Algunos periodistas, tanto jóvenes como no tan jóvenes, han perdido la curiosidad de ver las cosas por ellos mismos. La curiosidad es una de las virtudes que más se deben alimentar en el periodismo."
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¿Qué evento quisiste cubrir y no pudiste?
"Me hubiera gustado hacer en África lo que hice en Vietnam. Cuando la guerra en Argelia estuve muy cerca de ir, pero en ese momento me subyugaba más lo que pasaba en Cuba con la Revolución."
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¿Cuál es el secreto de Marta Rojas para no aparentar la edad?
"Yo siempre busco aspectos positivos de la vida, hasta en sus peores momentos. Pienso que siempre hay que ser optimista. Esa actitud me ha dado muy buenos resultados.
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Fuente : MICHEL HERNÁNDEZ
Diario GRANMA CUBA

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