2/8/08

Clandestinos en prisión

La vida en las prisiones durante la última tiranía de Batista es un rasgo de la lucha clandestina e insurreccional muy poco conocido, a excepción del libro Prisión fecunda, de Mario Mencía, que presenta un aspecto del tema en forma brillante.

Foto : Entrada principal del Castillo del Príncipe.


Para contribuir a solventar esa falta, el destacado combatiente, quien también fuera preso político, Manuel Graña, pronto publicará la obra Clandestinos en prisión, donde se pueden apreciar muchos de los detalles que caracterizaron la vida en las prisiones, particularmente en el Castillo del Príncipe y en el llamado Presidio Modelo de la Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud), entre otros penales de la dictadura.
Muchos fueron los hechos represivos empleados contra los presos políticos, como por ejemplo lo que ocurrió en el Castillo del Principe el primero de agosto de 1958 y que se recuerda como La Masacre del Príncipe.
En esa oportunidad, dentro de la mayor impunidad, fueron asesinados los compañeros José Ponce Carrasco, Reinaldo Gutiérrez y Roberto La Rosa, quienes cayeron abatidos a balazos conjuntamente con más de 20 heridos en otra de las salvajadas del dictador Batista, el mismo señor asesino, traidor, demagogo, taimado y mentiroso, corrupto por excelencia, que hoy tratan de disfrazar de bueno los cubano-americanos mafiosos de Miami.
Fue una bárbara represalia ante las contundentes victorias que a inicios del segundo semestre de 1958 alcanzaban las fuerzas rebeldes comandadas por Fidel en la Sierra Maestra, destrozando la cacareada "ofensiva final" del ejército de la tiranía.
En La Habana de aquellos días, eran rutina diaria las detenciones sin justificación, las falsas acusaciones, los interrogatorios por medio de la fuerza, las torturas y los ultrajes, los asesinatos a mansalva e indiscriminados. Se puede afirmar que prácticamente todos los días aparecía un cadáver en cualquiera de las calles habaneras o en algún solar yermo.
Además el gobierno perfeccionaba la represión, tratando de frustrar el triunfo revolucionario. El Tribunal de la Sala de Urgencia de La Habana facilitaba la rápida condena sin los procedimientos legales.
Los reclusos políticos desarrollaron diferentes formas de protesta, tales como ponerse brazaletes o corbatas negras en señal de luto por sus hermanos caídos, o cuando cantaban el Himno Nacional en sus traslados a los tribunales y ante los propios magistrados que los juzgarían.
También constituyeron demostraciones de lucha las huelgas de hambre, como la de julio de 1957, la cual solo fue interrumpida después de 15 días a solicitud escrita del compañero Faustino Pérez, que les decía en una de sus partes: "cesen de inmediato en la huelga de alimentos. Cuba les necesita. Readquieran nuevas fuerzas. Hay que volver a la pelea en todo el frente".
Por aquellos días los cuerpos represivos actuaban a su antojo; en la mayoría de los casos en que un preso era liberado por falta de pruebas o que obtenía la libertad provisional, era apresado de nuevo en el propio Príncipe, arrancado de los brazos de sus familiares y hasta de los abogados, y conducido otra vez a interrogatorios y posibles torturas. Se daba el caso de pasar días y días sin conocer su paradero, y también el de la desaparición definitiva.
Estas violaciones del derecho enardecieron la rebeldía y la voluntad de los presos políticos, quienes en coordinación con los abogados y diferentes organizaciones profesionales y cívicas, entre las que se destacaban las Mujeres Martianas, pusieron en conocimiento de los Tribunales estas tropelías, siendo infructuosas todas las gestiones. En algunos casos los abogados comisionados para elevar la protesta eran represaliados, como le ocurrió al doctor Alfredo Yabur, detenido por el tenebroso Esteban Ventura.
En la mañana del 31 de julio amanecieron cerradas las 5 galeras o dormitorios donde se hacinaban unos 400 prisioneros en calidad de presos preventivos. El objetivo era trasladar, de forma solapada y sorpresiva, a 36 de ellos hacia la sección de la cárcel donde se encontraban los que ya habían sido juzgados y condenados, para separar a la mayoría de los presuntos propulsores del movimiento de protesta y, de esta manera, debilitar la unidad de los presos políticos. Este hecho caldeó los ánimos y aumentó la rebeldía y voluntad de lucha. Pero así y todo no se llegó a la violencia.
Otros hechos revelaban el aumento de la represión: A los 36 detenidos que venían guardando prisión en espera de ser juzgados —lo que a veces se extendía por meses y meses—, pero que fueron trasladados ilegalmente junto a los sancionados de la cárcel, se les prohibió recibir a sus familiares, bajo las mismas normas que regían en el Vivac para los que estaban pendientes de juicio. También se produjeron diferentes altercados de las autoridades con los familiares que esperaban afuera por la hora de la visita.
El viernes 1ro. de agosto fue limitado el horario de visita del público, y pasadas las horas del mediodía, una autoridad del penal comunicaba a un detenido que un familiar lo esperaba en la Oficina. No había tal familiar; era el propio asesino Esteban Ventura quien venía a someterlo a interrogatorio y probablemente a llevárselo.
De inmediato y por iniciativa de los compañeros de la cárcel, se inició una protesta activa que rápida y decididamente fue secundada por toda la población penal política, incluyendo también algunos presos comunes solidarizados con nosotros.
Esta protesta se manifestó por medio de exclamaciones de repudio al régimen, el canto del Himno Nacional, golpes en el suelo y en las paredes y sacudidas violentas de las rejas. Se pensaba ilusamente que estas demostraciones podrían atajar los instintos criminales de los esbirros. Se pretendía lograr un estado de legalidad e impedir que se siguiera deteniendo, ultrajando y desapareciendo a los presos que salían en "libertad". Algunos de ellos solo pudieron obtener su liberación al triunfo del 1ro. de enero de 1959.
Alrededor de 25 minutos luego de comenzada la protesta, después de varios tiroteos desde el exterior, la guarnición asedió por medio de las armas a los compañeros de la cárcel. Posteriormente, se concentró en tratar de penetrar por la fuerza hasta el interior de la sección del Vivac. A partir de ese momento se decidió resistir de todas las formas posibles, generalizándose un verdadero y desigual combate, pues se carecía de algún tipo de arma.
Las reclusos trataron de organizarse y defenderse a como diera lugar y hacer uso en el enfrentamiento de lo que estuviese a su alcance. Los dos principales frentes de resistencia y lucha fueron situados en la zona conocida como los Cuatro Caminos o lugar del pasillo donde convergían las entradas de 4 galeras y en la parte del comedor. En estos puntos fueron muchos los compañeros que desafiaron las balas con temeridad y decisión. Otro punto de resistencia se desarrolló próximo a la entrada del pasillo central que conducía a las galeras, donde se hizo una fogata y se pusieron algunos obstáculos a manera de barrera.
Fueron improvisadas barricadas con bancos, mesas, libros y otros objetos que apenas protegían. Con los tubos que se quitaron de las patas de las literas se rompió parte de los muros del patio, y los pedazos que se arrancaron se utilizaron como proyectiles, al igual que los propios tubos y botellas, pomos y cuantas cosas de cualquier tipo se pudieran utilizar. A la vez, y utilizando alcohol extraído de la enfermería, se provocaron incendios con lonas, colchonetas y otros materiales que sirvieron para avivar el fuego. Esta acción motivó que el tiroteo amainara por unos momentos.
Pero, el ataque de las fuerzas represivas se reanudó de inmediato y penetraron violentamente tras la lluvia de plomo que los amparaba. Hacían su aparición el Jefe de la Policía, Pilar García, su hijo Irenaldo García, segundo jefe del SIM, los tristemente célebres Conrado Carratalá, Esteban Ventura, Martín Pérez y otros oficiales, acompañados por una inmensa jauría de sus genízaros.
Después de cientos de disparos a mansalva y como lobos hambrientos de sangre, se adentraron por los pasillos hasta llegar a las literas de las galeras, disparando a uno y otro lado por puro capricho, convirtiendo aquel recinto en un infierno, debido a la intensidad de los disparos. Los estimulaba el conocimiento de que los presos estábamos totalmente desarmados.
Ametrallaron, con más de 15 disparos de M-2, al preso de 19 años Reynaldo Gutiérrez Otaño, de familia humilde, quien durante un tiempo había vivido en el insalubre y hoy desaparecido barrio de Las Yaguas; a los pocos segundos, igualmente acribillado, caía asesinado Vicente Ponce Carrasco, joven de 25 años que impartía diariamente clases de gramática entre sus compañeros. Un chorro de tiros a boca de jarro arrojaba desplomado sobre su propia litera el cuerpo del obrero Roberto de la Rosa Valdés, de 39 años, que dejaba huérfanos a 3 niños. Roberto, desde muy jovencito, tuvo que trabajar para ganarse la vida y ayudar a su familia. Fue precisamente en el Príncipe donde asistió por primera vez a una escuela, la fundada por sus compañeros con el nombre de Frank País.
Junto a los asesinados las balas homicidas herían a varios presos más, algunos de ellos de gravedad. En tan diabólica competencia para segar vidas humanas, se destacó un cabo del SIM que disparó él solo más de 100 tiros de ametralladora dentro de la galera No.1, donde se encontraban unos 70 compañeros.
Concluida la matanza forzaron a los revolucionarios a concentrarse en el reducido llamado patio político. Allí se les humilló en todas las formas, de acción y de palabra.
En contraste con la infamia de la información distorsionada del gobierno, el pueblo conoció la verdad de los hechos a través de diferentes medios de propaganda revolucionaria, incluyendo a Radio Rebelde, que durante dos días se refirió a estos hechos, y que, en su transmisión del 8 de agosto, leyó un editorial del cual entresacamos algunos fragmentos: "La tiranía ha cometido un nuevo acto de barbarie, que supera su propio récord de crímenes, ametrallar colectivamente a los presos políticos del Castillo del Príncipe. (¼ ) Una tiranía empapada de sangre, da sus estertores de muerte como la hiena herida sus zarpazos más grandes. Impotente ante el Ejército Rebelde, sacia su derrota con el terror colectivo.
"Así asesinan Batista y sus esbirros, mientras que aquí en la Sierra Maestra, 420 prisioneros militares son tratados con todo el respeto que merecen, e inspiran nuestros sentimientos revolucionarios de hacer una guerra necesaria contra la tiranía, pero sin odio ni rencores".
La sangre vertida durante la trágica jornada del 1ro. de agosto de 1958, que arrancó la vida de tres compañeros, fue también en sí misma una página de gloria y heroísmo, que abonó la preciosa historia de lucha de nuestro pueblo, que acrecentó la formación revolucionaria de los prisioneros. A partir de ese momento todos se sintieron más unidos, independientemente de la organización revolucionaria en la que militaran.
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Arnol Rodríguez Camps(*)
(*)Uno de los presos políticos ese 1ro de agosto de 1958.
Diario GRANMA CUBA

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