
Su ejemplar actitud lo elevó a la silla presidencial, de la que solo muerto pudieron sacarlo los traidores. Su figura y el proceso revolucionario abierto por la Unidad Popular en Chile despertaron profundas simpatías e interés en todo el mundo y se convirtieron en semillas que hoy germinan en una América Latina cada vez más libre e independiente. Salvador Allende vive en el amor por los sueños, por la esperanza y sigue llamando, inclaudicable, a la unidad.
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