12/7/08

El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias (6)

El discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro el 26 de julio de 1973 en ocasión del XX Aniversario del asalto al Moncada, constituyó una lección de historia y un llamado de alerta sobre los graves problemas que acecharían a la humanidad. Por el conocimiento histórico y político que aporta, Granma lo reproduce por partes en homenaje al aniversario 55 de la gesta.

Cuando las naciones hermanas de este continente sacudieron el yugo español, Cuba permaneció uncida al carro colonial hasta casi 100 años después, y en tiempos en que aquellas se liberaban en enérgica lucha, ella recibió de los reyes absolutos de España el título dudosamente honroso de "la siempre fiel isla de Cuba". Las relaciones de producción basadas en la esclavitud, sistema espantoso de explotación, que echó profundas raíces en la vida colonial de este país, explican con toda nitidez aquel fenómeno político. La población criolla blanca poseedora de las riquezas y la cultura, en conflicto permanente de intereses con España, no estaba, sin embargo, en disposición de arriesgar el disfrute de los privilegios económicos y las prerrogativas sociales que le daba su condición de esclavista, a cambio de la independencia. El temor a poner en riesgo el propio régimen de la esclavitud la opuso sistemáticamente a la idea de luchar por la emancipación. Le horrorizaba una sublevación de los esclavos. Necesitaba el poder militar de España para mantener la sumisión de los explotados. Y España, apoyándose en esta realidad más que en las armas, mantuvo el dominio de Cuba.
El reformismo, doctrina política que predominó en el pensamiento político cubano durante más de medio siglo, tuvo también su origen en los mismos factores. Y la corriente en favor de la anexión a Estados Unidos, que en instantes cobró fuerza extraordinaria, nació del temor a la abolición que llevaba, a las clases dirigentes cubanas y a los propios españoles propietarios de esclavos, a buscar el amparo de sus privilegios por el camino de convertir a Cuba en un Estado esclavista de Norteamérica.
Arango y parreño, José Antonio Saco y José de la Luz y Caballero, figuras prominentes en el pensamiento político cubano, durante la primera mitad del pasado siglo, no obstante su señalada preocupación por los progresos del país y sus sentimientos nacionales, conformaron totalmente su doctrina y su conducta a la trágica situación de una clase social que no podía luchar contra el amo español porque ella, a su vez, era ama de esclavos.
Las guerras de independencia comenzaron al fin precisamente en aquellos puntos de la isla donde la esclavitud tenía una base mínima en la vida económica y social, y continuó siendo a su vez un terrible freno a la lucha en las regiones donde era la forma absolutamente predominante de producción. Al rememorar que nuestro país fue en este continente, hasta hace solo decenas de años, escenario de esa forma odiosa de explotación del hombre por el hombre, sentimos el deber de rendir el tributo que merecen aquellos abnegados luchadores esclavos que el año 1843, en numerosos centrales de Matanzas, se sublevaron, lucharon y murieron por centenares en los combates, en el cadalso, o apelando al suicidio, para romper las inhumanas cadenas que ataban de por vida sus cuerpos al trabajo.

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