25/7/08

El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias (12)

Ningún programa económico y social se cumplió jamás en este continente como se ha cumplido el programa del Moncada. Con el devenir del tiempo y la propia lucha se han superado con creces todas las esperanzas de entonces y avanzamos hace rato mucho más allá, por la senda gloriosa de la revolución socialista.
Martí, Marx, Engels y Lenin guiaron nuestro pensamiento político. Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez y demás patriotas del 1868 y el 1895, inspiraron nuestra acción militar. El pueblo de Cuba, en especial sus clases humildes, nos acompañaron en esta larga ruta; ellas engendraron nuestras luchas; ellas fueron los protagonistas verdaderos de la epopeya revolucionaria; ellas dieron sus mejores hijos que en el Moncada, en el Granma, en la Sierra, en el llano, en Palacio, en Goicuría, en el "Corynthia", en Cienfuegos, en todas las batallas y combates contra la tiranía, en las cámaras de tortura y en las manos de los verdugos, en el Escambray, en Playa Girón, en la lucha contra la CIA y sus agentes, en las aulas —como Benítez—, alfabetizando —como Ascunce—, en los puestos de trabajo produciendo para la sociedad o en otras tierras donde los llamara el deber internacionalista, entregaron sus vidas (APLAUSOS). Millones de cubanos humildes han trabajado abnegadamente en la producción, en la defensa, en la salud, en la educación, en los servicios, en la administración y en las duras y arduas responsabilidades del trabajo político y de las organizaciones de masa. A ellos corresponde el honor inmenso de haber llevado sobre sus hombros al país en la lucha que nos ha conducido a esta emocionante conmemoración del xx Aniversario (APLAUSOS).
El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias. No fue la única amarga prueba de la adversidad, pero ya nada pudo contener la lucha victoriosa de nuestro pueblo. Trincheras de ideas fueron más poderosas que trincheras de piedras. Nos mostró el valor de una doctrina, la fuerza de las ideas, y nos dejó la lección permanente de la perseverancia y el tesón en los propósitos justos. Nuestros muertos heroicos no cayeron en vano. Ellos señalaron el deber de seguir adelante, ellos encendieron en las almas el aliento inextinguible, ellos nos acompañaron en las cárceles y en el destierro, ellos combatieron junto a nosotros a lo largo de la guerra. Los vemos renacer en las nuevas generaciones que crecen al calor fraternal y humano de la Revolución; en nuestros estudiantes trabajadores que aquí vinieron a recibir su copa, en cada obrero de vanguardia, en los jóvenes que representan con honor a Cuba en el Festival Mundial (APLAUSOS), en los Camilitos que se educan para ser soldados como ellos (APLAUSOS), en los cadetes que juraron la bandera el día 22 (APLAUSOS).
Hace ya veinte años ¡y muchos no tenían veinte años! Pero en todos los que no habían nacido todavía están ellos: en los niños que estudian en las escuelas creadas por la Revolución, en cada vida infantil que preservan de la muerte nuestros médicos revolucionarios; en cada victoria, en cada alegría, en cada sonrisa, en cada corazón de nuestro pueblo.
Sobre la sangre generosa que comenzó a derramarse el 26 de Julio, Cuba se levanta para señalar un camino en este continente y poner fin al dominio del "Norte revuelto y brutal" sobre los pueblos de nuestra América, marcando un punto de viraje histórico en el proceso de su ininterrumpido y arrogante avance sobre nuestras tierras, nuestras riquezas y nuestra soberanía, que duró 150 años.
En el instante en que tiene lugar la Revolución Cubana, ninguna región del mundo, ningún continente estaba tan completamente sometido a la política y los dictados de una potencia extraña como la América Latina.
Estados Unidos cercenó a México, intervino a Cuba, ocupó a Guantánamo, se apoderó de Puerto Rico, yuguló a Panamá, deshizo la unión de Centroamérica e intervino con las armas en sus repúblicas dispersas, envió la infantería de marina a Veracruz, Haití, Santo Domingo; se apoderó del cobre, del petróleo, del estaño, del níquel, del hierro del continente; dominó los bancos, el transporte marítimo, el comercio, los servicios públicos y las industrias básicas en todos nuestros pueblos; exigió y obtuvo convenios onerosos de intercambio; forjó por último con el rótulo de OEA un verdadero instrumento de administración colonial a cuyo amparo impuso el pacto militar de Río de Janeiro, la Junta Interamericana de Defensa, las maniobras militares conjuntas con las que trata de influir, adoctrinar y dominar los cuerpos armados: manejó gobiernos, fomentó golpes, armó tiranías sangrientas e impuso su ley soberana en todo el hemisferio, arrastrándonos a la guerra fría en su cruzada reaccionaria contra el socialismo y el movimiento de liberación de los pueblos.
Como nuestra patente de la nefasta influencia ejercida por los Estados Unidos en sus intervenciones militares están las satrapías que dejaron a su paso los marinos, en Haití, Santo Domingo, Nicaragua, Guatemala y otros países de Centroamérica. De tal modo impusieron el enervamiento, la corrupción y el atraso en estas repúblicas, que hoy entre sus gobiernos se encuentran los peones más incondicionales de Estados Unidos en Latinoamérica. Ellos constituyen, junto a los gobiernos de Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay, la punta de lanza contrarrevolucionaria con que el imperialismo se propone aislar a los pueblos hermanos de Chile, Perú, Argentina y Panamá, cuyos procesos políticos están en conflicto con la omnipotencia del imperio.
Detrás del golpe de Uruguay y como parte de su estrategia continental están inconfundibles las manos de Estados Unidos y Brasil.
Igual que hizo en Europa, en África y en Asia, los Estados Unidos agrupa en este continente a los gobiernos más corruptos, impopulares y desprestigiados contra los estados progresistas y revolucionarios.
Solo esto nos daría las fuerzas para enfrentar los gigantescos problemas alimenticios, económicos, sociales y humanos de una población que ascenderá a 6 000 millones en 25 años más
La política imperialista se comporta de la misma forma en todo el mundo frente a los pueblos que luchan por su liberación. Es por ello que no entendemos la extraña tesis que hace referencia a dos supuestos imperialismos, esgrimida por algunos dirigentes que se consideran parte del Tercer Mundo, pretendiendo semejar a la URSS con Estados Unidos, porque con ella sirven al único y verdadero imperialismo y aíslan a sus pueblos. Esta tesis reaccionaria en sí misma y fruto exclusivo de la ideología e intriga de los teóricos burgueses y del imperialismo tiene por objetivo alentar la división y la desconfianza entre las fuerzas revolucionarias a nivel internacional y alejar a los movimientos de liberación de los países socialistas.
Sin la Revolución de Octubre y sin la inmortal hazaña del pueblo soviético, que resistió primero la intervención y el bloqueo imperialista y derrotó más tarde la agresión del fascismo y lo aplastó a un costo de 20 millones de muertos, que ha desarrollado su técnica y su economía a un costo increíble de sudor y sacrificio sin explotar el trabajo de un solo obrero en ningún país de la Tierra, no habría sido en absoluto posible el fin del colonialismo y la liberación de decenas de pueblos en todos los continentes. No puede ni por un segundo olvidarse que las armas con que Cuba aplastó a los mercenarios de Girón y se defendió de Estados Unidos, las que en manos de los pueblos árabes resisten la agresión imperialista, las que usan los patriotas africanos contra el colonialismo portugués y las que empuñaron los vietnamitas en su heroica, extraordinaria y victoriosa lucha (APLAUSOS), llegaron de los países socialistas y esencialmente de la Unión Soviética (APLAUSOS). Alejar a los pueblos de sus aliados naturales es desarmarlos, aislarlos y derrotarlos. Política de avestruz. Ningún servicio peor se puede prestar a la causa de la liberación nacional.
El camino de los pueblos de América Latina no es fácil. El imperialismo yanki defenderá tesoneramente su dominio en esta parte del mundo. La confusión ideológica es todavía grande. Los Estados que han emprendido un curso de acción independiente de Estados Unidos y políticas de cambios estructurales aumentan en número, pero tienen aún que vencer grandes dificultades.
Pero el proceso de liberación nadie podrá de- tenerlo a la larga. Los pueblos de Latinoamérica no tienen más salvación posible que liberarse del dominio imperialista, hacer la revolución y unirse. Solo esto nos permitirá ocupar un lugar en el mundo entre las grandes comunidades humanas.
Solo esto nos daría las fuerzas para enfrentar los gigantescos problemas alimenticios, económicos, sociales y humanos de una población que ascenderá a 6 000 millones en 25 años más. Solo esto haría posible nuestra participación en la revolución científico-técnica que conformará la vida del futuro. Solo esto nos hará libres. Sin esto nuestras riquezas naturales se agotarán en beneficio exclusivo de las sociedades capitalistas de consumo y seremos los parias del mundo del mañana, ausentes de la civilización.
Luchar por estos objetivos debiera ser la tarea de una adecuada organización regional. Por mucho que la OEA se reforme y hasta cambie de nombre seguirá siendo la OEA. Mientras Estados Unidos permanezca en el seno de una organización regional de nuestros pueblos manejando los votos de sus títeres, ejerciendo poderosa influencia económica sobre los gobiernos individuales, intrigando, conspirando y tomándose la libertad de hacer en cada caso lo que más convenga a sus intereses, seguiremos teniendo una OEA.
La organización regional solo tendría razón de existencia como representante de nuestros pueblos en la defensa de sus intereses frente al imperialismo y luchar por la unión. Para que la familia en su conjunto pueda tratar con Estados Unidos no hace falta tener al imperio en el seno de la familia.
Si es cierto que en las actuales circunstancias, dada la correlación de fuerzas entre gobiernos progresistas y gobiernos reaccionarios en el seno de la familia latinoamericana, no es viable todavía crear esta organización regional propia porque Estados Unidos aún controla numerosos gobiernos, tampoco es posible revivir la vieja OEA, ni tiene sentido hacerlo. Dejémosla que fallezca de muerte natural (APLAUSOS).
Cuba sabrá esperar pacientemente. (Continuará)

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