20/7/08

En el Aniversario 50 del asesinato de Jorge de la Nuez

Sin vacilar
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El 18 de julio de 1958 recibimos la triste noticia del asesinato en la 10ª Estación del Policía, enclavada en la Calzada del Cerro, de Jorge de la Nuez, quien se había negado a colaborar, sin decir una sola palabra a la policía (el tenebroso grupo que operaba en esa Estación bajo el mando de Orlando Carratalá y su superior, el siniestro Conrado Carratalá). La policía informaba a la prensa del supuesto "suicidio" de Jorge, cuando en rigor fue lanzado de la azotea de esa sede policíaca, quizás ya fallecido y tras las más crueles torturas, que enfrentó con estoicismo, entrega y valor sin límites.
Muy ajeno estaba Jorge de la Nuez de imaginar que algunas de sus acciones, y fundamentalmente la que realizaría en la noche del 13 de marzo de 1957 y la madrugada del 14, permitirían dar inicio y desencadenar una serie de hechos extraordinarios que pasarían a la historia de su país y de la Revolución.
En esa noche del 13 de marzo de 1957, después del valeroso e intrépido ataque realizado por los combatientes del Directorio Revolucionario al Palacio Presidencial y a Radio Reloj, que provocó la caída en combate de José Antonio Echeverría y Menealo Mora y de un alto número de combatientes, se desató una de las más sanguinarias y brutales represiones por las hordas de la tiranía que tenían todas las facultades, instruidas por sus superiores, para matar impunemente a los revolucionarios, o cualquier persona que los ayudara o socorriera.

En ese escenario de terror, represión y confusión llegaba a la casa de Jorge de la Nuez, sita en Calle Once Nº 110 e/ C y D, Reparto Lawton-Batista, el compañero Horacio González Polanco, conduciendo un camión que se utilizaba para el reparto de leche fresca, ahora cargado de armas que debieron ser utilizadas por un grupo de combatientes que, por razones en ese momento desconocidas, no se presentaron al lugar convenido, según Horacio en Prado y Colón, para participar en el ataque al Palacio Presidencial.
Eran armas pesadas que no entraron en combate y que de haberlo hecho tenían la posibilidad de cambiar la correlación de fuerzas y, finalmente, lograr el objetivo central en el ataque al Palacio Presidencial.
Horacio trató de contactar durante muchas horas a otros compañeros; ante lo infructuoso de la gestión salió en la búsqueda de Armando Cubría y de conjunto se dirigieron a la casa de Jorge, planteando que necesitaba con urgencia encontrar un lugar seguro para dejar esas armas. La decisión de Jorge de la Nuez fue inmediata, ¡allí se guardaría el material bélico! Y conjuntamente con su sobrino Raúl de la Nuez, comenzaron a descargar el mismo, depositándolo, con carácter provisional, en el garaje de la casa y comenzando a realizar los contactos correspondientes con otros compañeros del Movimiento 26 de Julio para dar el mejor destino a este arsenal, evitando de esa manera que fuera ocupado por las fuerzas de la tiranía.
Marcelo Salado fue designado para asumir la dirección de aquella acción. El armamento sería extraído de casa de Jorge lo antes posible y desde el principio primó —de forma general— el criterio de que esas armas, dado su carácter pesado y numeroso, no eran muy válidas para la ciudad y menos ante el riesgo represivo que representaba el fracaso del asalto a Palacio en los días sucesivos.
Al día siguiente se extrajeron las armas y parque en dos autos. Uno arribó a las 7 a.m. Y el otro al mediodía. Jorge de la Nuez participó directamente en este traslado, que realizaba el propio Marcelo Salado —acompañado de su esposa para enmascarar en algo esta operación.
Todo se realizó sin contratiempos, compartimentándose absolutamente el destino inmediato del armamento: la Sierra.
Las armas llegarían a la Sierra Maestra y serían decisivas para el naciente Ejército Rebelde en la batalla del Uvero, que se desarrolló el 28 de mayo de 1957.
En el libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria, aparecen algunos capítulos que están estrechamente relacionados con la acción inicial de Jorge de la Nuez: recibir las armas en su casa para su posterior traslado a la Sierra Maestra.
Faltaban para el triunfo de la Revolución tan solo menos de seis meses cuando asesinaron a Jorge de la Nuez, uno de entre los más abnegados, valientes, modestos y desinteresados combatientes revolucionarios, que había sido decisivo eslabón de una larga y heroica cadena de acciones que contribuyó, como escribiera el Che, a " la victoria que marcó la mayoría de edad de nuestra guerrilla".
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(Tomado de un extenso artículo titulado La cara oculta de la hazaña).
Por : Gustavo Robreño Dolz
Diario GRANMA CUBA

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