17/7/08

El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias (9)

El discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro el 26 de julio de 1973 en ocasión del XX Aniversario del asalto al Moncada, constituyó una lección de historia y un llamado de alerta sobre los graves problemas que acecharían a la humanidad. Por el conocimiento histórico y político que aporta, Granma lo reproduce por partes en homenaje al aniversario 55 de la gesta

Cinco años y medio más tarde, el primero de enero de 1959, desde la ciudad de Palma Soriano, rodeada ya Santiago de Cuba y los 5 000 hombres de su guarnición por nuestras fuerzas, lanzamos la consigna de huelga general revolucionaria a los trabajadores. El país entero se paró de modo absoluto pese al control gubernamental del aparato oficial del movimiento obrero, y en horas de la tarde las vanguardias rebeldes ocupaban el Moncada sin disparar un tiro (APLAUSOS). El enemigo estaba vencido. En 48 horas todas las instalaciones militares del país fueron dominadas por nuestras tropas, el pueblo ocupó las armas, y el golpe militar en la capital, instigado por la embajada yanki, con que pensaban escamotear el triunfo, quedó deshecho. Los asesinos aterrorizados vieron surgir de los cadáveres heroicos de los hombres asesinados en el Moncada el espectro victorioso de sus ideas (APLAUSOS). Era la misma consigna de huelga general que pensábamos lanzar el 26 de Julio de 1953, después de tomada la ciudad de Santiago de Cuba. Es cierto que esta vez ya en posesión del poder revolucionario, fue que procedimos a aplicar el programa del Moncada, pero la concepción de que la lucha misma forjaría en las masas la conciencia política superior que nos llevaría a una revolución socialista, ha demostrado en las condiciones de nuestra patria su absoluta justeza.

Las leyes revolucionarias enfrentaron a los explotadores y explotados en todos los terrenos. Latifundistas, capitalistas, terratenientes, banqueros, grandes comerciantes, burgueses y oligarcas de todo tipo y su incontable cohorte de servidores, reaccionaron inmediatamente contra el poder revolucionario en contubernio con el imperialismo, privilegiado propietario en Cuba de grandes extensiones de tierra, minas, centrales azucareros, bancos, servicios públicos, casas comerciales, fábricas, amo y señor de nuestra economía, que ya no tenía un ejército a su servicio. Comenzaron entonces las conjuras, los sabotajes, las grandes campañas de prensa, las amenazas exteriores.

Pero el pueblo no había recibido solo los beneficios de las leyes revolucionarias. Había conquistado ante todo y por primera vez en la historia de nuestra patria, el sentido pleno de su propia dignidad, la conciencia de su poder y de su inmensa energía.

No hay comentarios: